Una de las problemáticas sociales más habituales en cualquier sociedad es la necesidad de distintas culturas de convivir en un mismo territorio. Aquí surgen creencias arraigadas casi primitivamente según las cuales algunas personas se sienten dueñas de espacios de tierra e incluso consideran que tienen derecho a decidir quién debería ocupar dicha tierra y quién no.
No existe ni una sola raza en el planeta que no haya emigrado, ni una sola persona que pertenezca exclusivamente a un lugar o que su sangre no la compongan multitud de familias distintas. La discriminación siempre representa un ataque contra nosotros mismos. Una resistencia a la evolución. Un concepto muy simple y fácilmente comprobable sería observar que una nación será más fuerte, más rica y más equilibrada si sus gentes aprecian y respetan la diversidad cultural de todos los pueblos que la componen. Aquí reside la auténtica unidad, que es apreciar la diversidad como un tesoro y no como una división.
La diversidad cultural es un camino necesario para desarrollarnos como individuos. Conocer otras «verdades» complementa y completa nuestra verdad.
Conocer que existen otras formas diferentes de comprender la vida hace que relativicemos nuestra forma de entender la realidad. Tener tan solo la opción de pensar de una única manera nos lleva a la enfermedad como sociedad. La flexibilidad mental es la clave de la adaptación y la herramienta más poderosa para desarrollar inteligencia emocional.
Las personas con prejuicios suelen proyectar sus miedos en aquello que juzgan, un ejemplo clásico sería Adolf Hitler, quien defendía la raza aria como superior, siendo él de origen judío, moreno y de baja estatura… Como él, muchas personas atacan en el otro aquello que rechazan de sí mismos. Siguiendo en la línea advaita (de unidad) que propone la Bioneuroemoción®, en la discriminación vemos otro ejemplo de que el otro no existe, a quien discriminamos en realidad es a una parte de nosotros.
Históricamente, los pueblos más invasores son los que expresan más quejas y miedos a ser invadidos.
Muchas razas que refieren discriminación se aíslan socialmente y no quieren relacionarse con otro tipo de gente a modo de defensa, generando precisamente lo que temen, y así se produce un bucle que sigue retroalimentándose hasta nuestros días. La discriminación parte del miedo y el rechazo de una parte de nuestra identidad.
En un sistema natural la biodiversidad determinará la riqueza de nutrientes de la tierra, empleando monocultivos se acaba estropeando la tierra. Tomemos esta analogía para representar qué sucede con las culturas cerradas o aisladas. Quedan estancadas en un estado de conciencia y no disponen de una «fertilidad” suficiente para que puedan crecer nuevas ideas, aportar evolución, cambio y progreso. La naturaleza tiende a la diversidad y se estanca en la uniformidad. En cualquier especie, sea animal o vegetal, la diversidad es el factor que asegura su supervivencia. La tolerancia a la diversidad cultural parte del amor hacia uno mismo.
“Yo quiero seguir siendo diferente y luchar contra aquellos que desean que seamos iguales.”
Albert Espinosa
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