¿Qué vemos cuando miramos las estrellas?

28 septiembre 2020

¿Quién no se ha sentido fascinado ante la visión de un cielo estrellado? Esa visión infinita y majestuosa tiene más que ver con nosotros de lo que pensamos. ¿En qué podemos ver reflejada su influencia? ¿Hasta qué punto definen nuestra cultura y biología?

Los astros siempre han sido nuestro referente para poder conocer en qué posición estamos con respecto al universo, como un recordatorio de cuál es nuestro estado. Su uso también nos ha permitido orientarnos, tanto de día como de noche, e incluso hemos basado la distribución del tiempo y nuestro calendario en función de los astros (los días con el sol y los meses con la luna).

Cada una de las religiones han expresado veladamente acontecimientos estelares en forma de mitos o parábolas. La simbología judeocristiana (la más presente en la sociedad occidental), nos hace referencia continuamente a éstos acontecimientos a través de sus distintas enseñanzas. Las antiguas civilizaciones observaron el cielo, el sol y las estrellas, y las agruparon en sistemas celestes. A dichos sistemas o constelaciones se le dieron nombres simbólicos de figuras o animales y se les asociaron historias mitológicas que explicaban sus movimientos y relaciones.

Por ejemplo, el símbolo de la cruz no es únicamente cristiano, se usaba miles de años antes de cristo y hace referencia al culto al sol, a su paso por las diferentes constelaciones. No es casualidad que la figura fundamental del catolicismo tenga tanto en común con otros “dioses solares” y, entre otras muchas similitudes, muchos murieran en la cruz para volver a renacer, precisamente coincidiendo en el hemisferio norte con el solsticio de invierno, la noche más larga del año que precede la vuelta de los buenos tiempos.

El cielo –o, mejor dicho, nuestra percepción del mismo– es un reflejo de nuestra psique, un cuaderno en blanco donde hemos escrito la historia de lo que somos, de dónde venimos e incluso la razón de nuestra existencia.

Es un escenario de teatro donde pusimos a interactuar las distintas partes que nos conforman, trazamos líneas imaginarias en el firmamento, las dotamos de emoción, intención y cualidad para finalmente recoger esa información y transformarla en símbolos que, aún hoy en día, siguen formando parte de nuestra cotidianeidad. Decía Jung que “Nunca le ponemos al mundo un rostro que no sea el nuestro, y precisamente por eso debemos hacerlo, para encontrarnos a nosotros mismos. Pues por encima del fin en sí mismo de la ciencia o el arte está el hombre, el creador de sus herramientas”, añadiría más adelante que “La astrología representa la suma de todos los conocimientos psicológicos de la antigüedad”.

Si está demostrada la influencia de la disposición astrológica en cultivos, comportamientos animales y mareas ¿qué nos hace suponer que nosotros somos distintos? Todo organismo vivo está compuesto en su forma básica de la misma materia, y esta funciona bajo las mismas leyes. Tiene sentido pensar pues, que pudiera existir una correlación, algún tipo de conexión entre nuestro ser, o la expresión del mismo, con las diferentes constelaciones o disposiciones astrales.

De esta proyección surge el archiconocido horóscopo occidental, pero también el árabe, el chino, el maya, el azteca, el egipcio, el celta, el gitano, el hindú, el usado por los indios de América del norte, el orisha… todo esto nos acerca a la comprensión de que el ser humano, desde distintas épocas y culturas, ha usado las constelaciones para viajar a las profundidades de su psique y tratar de comprender su «orden interno» (psique) a través del «orden externo» (estrellas). Consecuencia todo ello de una conciencia de unidad tan antigua como compartida.

Por lo tanto, el ser humano ha aprendido a observar e incluso a sistematizar partes de esa observación en las que, de alguna manera, ha proyectado también su propio proceso de individuación. Y así, aprendimos a mirarnos en el espejo del cielo y de la tierra.

Los planetas y constelaciones que pueblan el universo representan cada uno de los arquetipos universales, que son aquellas pautas de conducta que inclinan a la persona hacia una actitud determinada, necesarios en su proceso de evolución personal. Un proceso evolutivo que tiene como finalidad llevarnos a nuestra auténtica esencia, al Ser completo, simbolizado por el astro sol. Podríamos comparar al firmamento como un manual en el que se encuentra escrito la esencia del origen de la psique humana, proyectada sobre la tierra en forma de símbolos arquetípicos y mitos.

Si miramos el cielo, en una noche estrellada, podemos ver reflejada parte de nuestra esencia, el cielo como campo infinito de posibilidades, las estrellas como puntos de conciencia que nos guían en este mundo y la combinación de ellas como parte de nuestro inconsciente colectivo, arquetipíco, en el cual se crean imágenes ancestrales que heredamos desde el nacimiento.

Sólo hay que levantar la mirada al cielo. Ahí están las estrellas que, como miguitas de pan, nos recuerdan con su simbolismo la única forma de poder “volver a casa”, al Ser completo que somos.

 

“Cada átomo en tu cuerpo vino de una estrella que estalló. Y, los átomos en la mano izquierda probablemente vinieron de una estrella diferente que tu mano derecha. Es realmente la cosa más poética que sé de la física: todos son polvo de estrellas.”

Lawrence Maxwell Krauss, doctor en Física.

 

 

Si te ha gustado, compártelo

¿Quieres aprender más?

Diplomado en Bioneuroemoción®
¿Quieres que te llamemos?

Diplomado en Bioneuroemoción®

Escribe tu comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

© 2021 Enric Corbera Institute.

© Enric Corbera Institute.