Carnaval: La persona tras la máscara

09 febrero 2018

¿Eres la misma persona frente a tu grupo de amigos que frente a tus padres? y cuando acabas de conocer a alguien, ¿te comportas igual que cuando ya lo conoces de años? ¿Eres la misma persona en el trabajo y en tu vida personal?

Todos usamos diferentes máscaras para adaptarnos de la mejor forma posible a las distintas situaciones a las que nos expone la vida. No es que «seamos» ninguna de esas máscaras sino que podemos usarlas como parte de nosotros mismos. Es lógico que mostremos distintas facetas de nuestro ser cuando, por ejemplo, hablamos con un entrevistador para conseguir un trabajo que cuando hablamos con un amigo muy cercano. Hablar formalmente a nuestro amigo o de una forma distendida y jocosa con un entrevistador no tendría sentido alguno, en los dos casos serían máscaras distintas pero igualmente adaptativas y necesarias. Sin embargo, hay situaciones en las que esa máscara, ese rol necesario y funcional, en lugar de ser una herramienta adaptativa pasa a apoderarse de nuestra verdadera identidad polifacética. Nos asociamos tanto a esta máscara que comenzamos a perder de vista que tan solo es una dimensión más de nuestro ser.

Sin embargo, que esto suceda no es fruto de la casualidad. Cuando nos aferramos con ahínco a una máscara, lo que refleja en realidad es una parte de nosotros que nos da miedo mostrar, que pensamos que es inadecuada, o incluso que nos puede poner en peligro o causar sufrimiento. También puede suceder que esa máscara nos haya sido de gran utilidad en el pasado y no nos demos cuenta que ya no nos es útil… Una máscara solo es inadecuada cuando nos causa malestar, cuando la vestimos por defensa y miedo en lugar de hacerlo desde la libertad del que sabe optimizar sus facetas y recursos según el momento que se le presente.

Por ejemplo, alguien que se obliga constantemente a sonreir a todo el mundo esconderá bajo esa máscara una gran amargura, demasiado temida por la persona para ser mostrada. Puede ser temida por la intensidad del sufrimiento que esconde o por pensar que no tiene derecho a ello, que para ser aceptada y querida no puede mostrar esa faceta.

Más allá de algunos valores personales que pueden ser fijos e inamovibles, para que una estructura de personalidad sea equilibrada y adaptativa, debe ser flexible.

En el teatro griego, las máscaras eran denominadas con la palabra «Káara», que ha evolucionado al español “cara” para designar el rostro de un individuo. Por lo tanto, la cara es aquella parte de nosotros que generalmente no cubrimos con ropa, y queda expuesta a los demás. Con el significado de cara adicional (más cara), esta palabra ha sido utilizada para designar el rol social de un individuo, es decir, la personalidad que muestra en sociedad, que será distinta de la que posee en su intimidad.

Como se ha utilizado en el ámbito del teatro, la máscara se refería al personaje que era representado en la obra, y no a la persona real. Así mismo, la palabra “persona” proviene del verbo latín personare (resonar a través de una máscara). Según explicaba Nietzsche, la máscara o la persona se desarrolla en relación con un fin o necesidad social, que es lo que crea el “falso yo”.  Desde nuestro nacimiento, la educación que hemos recibido y la influencia de nuestra familia, genera una serie de tendencias y aprendizajes que nos sirven para relacionarnos con nuestro entorno social. A menudo la máscara le sirve al niño para minimizar el dolor de la pérdida de su propia esencia personal, a cambio de la adaptación al núcleo familiar y social.

Revisando los orígenes del carnaval,  vemos que en la época medieval cristiana, las fiestas «de locos» servían de sátira. Una suerte de burla hacia las autoridades y demás figuras públicas, parodia e inversión de las normas y roles establecidos. Su significado radicaba en la liberación provisional de las reglas sociales, sexuales y jerárquicas entre los individuos del pueblo. Eran como una válvula de escape para hacer más llevadero la represión ejercida sobre ciertos aspectos de la personalidad.

Los carnavales han servido, entre otros fines a lo largo de la historia, de liberación, no tanto de la jerarquía social imperante, sino de la máscara que cada persona se veía obligada a ir llevando en su vida. 

En vista de lo anterior, nos toca ahora hacer una reflexión personal ¿qué pretendemos conseguir con la personalidad que solemos mostrar? Situémonos en un entorno concreto, dentro del ámbito familiar, laboral o social en general, ¿qué careta pones con tus padres? ¿es distinta de la que utilizas con tu grupo de amigos o en el trabajo? Plantéate qué pretendes conseguir con estos disfraces, ¿cuáles son los beneficios que antepones a mostrarte como eres en realidad? ¿Y cuales los beneficios de no mostrar esa faceta oculta, la que se esconde tras ese rol dominante?¿te gustaría poder usar algún otro tipo de máscara?

Desde la Bioneuroemoción entendemos que el respeto que recibimos del entorno, es reflejo del que tenemos por nosotros mismos. Elige quién quieres ser en cada momento, sin miedo a perder, sino con amor por lo que tienes que dar. Tu verdadera esencia es lo mejor que puedes aportar a la sociedad. Permítete brillar, toda máscara es circunstancial, permítete disfrutar de lo infinito de tu ser.

 

“¿Qué máscara nos ponemos o qué máscara nos queda cuando estamos en soledad, cuando creemos que nadie, nadie, nos observa, nos controla, nos escucha, nos exige, nos suplica, nos intima, nos ataca?”.

Ernesto Sabato.

 

Referencias:

  • Marcos Arévalo, Javier (2009-12). «Los carnavales como bienes culturales intangibles. Espacio y tiempo para el ritual». Universidad de Granada: Gazeta de Antropología.
  • Larra, M. J. (1992). El mundo todo es máscaras. Todo el año es Carnaval. Mariano José de Larra, Artículos, ed. Enrique Rubio Cremades (Madrid: Cátedra, 1991), 203-17.
  • Luigi Pirandello y Luis Landero. Revista de filología, 213-220.
  • Murillo, D. (2005). Las máscaras y la personalidad. Revista de la Facultad de Psicología Universidad Cooperativa de Colombia – Volumen 1 / Número 1 / noviembre 2005
  • Villa, A. V. (2009). La máscara o el salto del teatro a la metafísica
  • Zorrilla, A. M. (2012). El baile de máscaras de los significados. Dominguezia, 28, 1.

 

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