No hacen falta catástrofes para que despierte en nosotros el deseo de ser altruista, cualquier situación de necesidad nos mueve a colaborar. Queremos hacer el bien y nos volcamos en ayudar a los demás.
Pero en esta búsqueda del bien común, ¿podemos llegar a perjudicarnos? ¿Qué nos impulsa realmente a ayudar a los demás? ¿Es nuestro altruismo genuino o una forma de evadir nuestros propios conflictos?
Estas preguntas nos llevan a cuestionar la autenticidad y valía de nuestras acciones altruistas. En este artículo, exploramos el verdadero significado del altruismo y cómo podemos encontrar un equilibrio entre ser solidarios y cuidar de nosotros mismos.
Es muy frecuente que los actos solidarios inunden las redes. Hay miles de personas ayudando, supeditando sus necesidades a las de los demás, incluso poniendo en riesgo su propia vida. Y esto, que ciertamente es un exceso, tiene sentido desde varios puntos de vista:
Según una investigación de la universidad de Washington, los seres humanos somos altruistas por naturaleza. Además, la historia está llena de ejemplos en los que la solidaridad contribuye a que una sociedad pueda hacer frente a las dificultades.
Por otra parte, en una situación de alarma social experimentamos un miedo primario que nos impulsa a movernos, de la forma que sea, para reducir el nivel de estrés.
Por ejemplo, la pandemia vivida despertó en nosotros un sentido de alerta y peligro, pese a no percibirlo con nuestros sentidos. Esto, sumado al hecho de permanecer confinados, intensificó en muchos la necesidad de sentirnos útiles.
Cuando necesitamos afrontar un reto ante el que no sabemos cómo responder, se activan en nuestro interior diferentes mecanismos de defensa.
El impulso a ser altruista puede surgir como una ego-defensa. Algunos lo utilizarán para intentar obtener un beneficio social –una valoración o reconocimiento-, otros para conseguir una distracción que los aleje de sus propios problemas y hay quienes se esconden detrás de él para no exponerse a lo que todos, en diferente medida, sentimos ante una situación de alerta e incertidumbre.
Es cierto que ayudar al prójimo nos proporciona bienestar, pero si no se lleva a cabo en consecuencia con uno mismo, puede ser solo un alivio temporal ya que no resolverá el problema de las necesidades propias no satisfechas.
Por ejemplo, es frecuente ver personas que colaboran en espacios religiosos donde se muestran como ejemplos mientras no logran superar un vicio o son infieles a sus parejas.
Muchos nos preguntamos ¿Qué necesita la gente que no puede valerse por sí misma? Pero ¿cuántos nos preguntamos qué necesitamos nosotros?
¿Qué entendemos por “valerse por sí mismo”? Evidentemente, a nivel físico queda claro ¿Y a nivel interno? Realmente ¿nos valemos por nosotros mismos o valemos por los demás?
Si bien tiene sentido que en tiempos de crisis se nos despierte la necesidad de ayudar, cuando no partimos de una coherencia personal, atendiendo a nuestras propias necesidades primero, corremos el riesgo de perdernos en el otro. Lo utilizamos como excusa para no hacer lo que deberíamos en nuestra vida.
El autocuidado responsable es imprescindible para aprender a valernos por nosotros mismos, por eso es importante que nos involucremos en nuestro propio bienestar antes de comprometernos con el bienestar de los demás.
Si somos capaces de atendernos primero, podremos decidir libremente ofrecernos a los demás en un acto de auténtica generosidad.
“A medida que crezcas descubrirás que tienes dos manos, una para ayudarte a ti mismo y otra para ayudar a los demás.”
Audrey Hepburn
Si nos volcamos en los demás sin priorizarnos, podemos encontrarnos expuestos a una serie de sentimientos contradictorios que echarán por tierra nuestras mejores intenciones.
Al ser altruista sin una indagación interna, mi bienestar queda supeditado a un resultado externo que encaje con mis expectativas. Y si no es así, tal vez intente culpar al entorno o a mí mismo/a.
Si esto sucede, nos veremos relegados a la desesperanza, a la incapacidad, al resentimiento, situándonos en una posición victimista.
Por ejemplo, muchas personas esperan que el Estado les resuelva la mayoría de sus necesidades, sin asumir la responsabilidad que conlleva cualquier derecho, por lo que se quedan en la protesta sin comprometerse a hacerse cargo de sí mismos.
Cuando nuestros buenos actos no obtienen buenos resultados, o nos vemos perjudicados por ellos, solemos caer en la inevitable pregunta ¿Que he hecho mal? O ¿Por qué a mí?
Y, al no habernos tenido en cuenta inicialmente automáticamente deduciremos que la responsabilidad es de los demás.
Por tanto, si ayudamos sin habernos atendido a nosotros primero, estamos obligando al entorno a sostener la carga de aquello que no queremos asumir. Y, en el peor de los casos, podríamos provocar que sean otros quienes nos tengan que atender, perpetuando la cadena de necesidad que está sobrecargando el sistema social actualmente.
No pasa nada si no quieres ayudar, pues responsabilizarte de tu propio bienestar ya contribuye al bien común.
Pero si decides hacerlo, sería oportuno que te hagas algunas preguntas como las siguientes: ¿Qué estoy sintiendo? ¿Qué me estresa de esta situación en la que quiero intervenir? ¿Cual es mi temor? ¿Qué necesito? ¿Para qué lo quiero hacer?
“Dado que estaré conmigo para siempre, bueno sería colocarme conscientemente de mi lado.”
Jorge Bucay
Sabiendo que el ser altruista se puede despertar para acallar el propio miedo de tener que enfrentarse a uno mismo, podemos comprender que ser “egoísta” en tiempos de crisis quizá sea la mejor manera de lograr el bien común.
En este contexto, es importante que podamos reconocer y validar nuestros sentimientos. Sean los que sean, sin juzgarnos.
Asumir que en nuestro interior pueden convivir desde la más temible desesperación hasta las más hermosas expresiones de bondad.
Es importante darnos cuenta de que, en ocasiones, ser altruista no necesariamente es un acto moral, no lo hacemos para ser buenas personas sino porque nos genera bienestar.
Al mismo tiempo, la mejor manera de lograr el bien común comienza por uno mismo ya que si nos descuidamos para cuidar de los demás, todos saldremos perdiendo.
El egoísmo altruista no consiste en ser “bueno” sino en ser un referente del bien-ser, el verdadero bienestar.
En definitiva, una sociedad en la que cada persona se hiciera cargo de sus propias necesidades sería una sociedad en la que haría mucha menos falta tanta ayuda de unos a otros.
“Cualquier poder, si no se basa en la unión, es débil.”
Jean de la Fountaine
Hay una parte de altruismo lógico y necesario, nos conocemos y nos construimos en el progresivo proceso de interacción con el mundo. Sin embargo, hacerlo de forma desmedida o inconsciente puede ser contraproducente, convirtiéndose en un comportamiento que nos impida crecer.
En el primero, nos abrimos para generar vínculos; el segundo tipo de altruismo, por el contrario, es la máscara que nos ponemos para protegernos de nosotros mismos. Desde aquí, no es posible contribuir a generar la unión necesaria para afrontar con éxito cualquier crisis a nivel personal y global.
Si comenzamos por atendernos a nosotros mismos, podemos utilizar las dificultades para transformarnos, para conocernos de una manera distinta. De descubrir-nos, de aceptar y sentir la propia vulnerabilidad, surge nuestra auténtica fortaleza, la que nos permite ser referentes y ayudar de una manera consciente y equilibrada.
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Gracias x compartir muy interesante está conferencia , me aporta un peldaño más a la escalera ke me he propuesto subir pra alcanzar el autoconocimiento necesario pra mí sanación y crecimiento espiritual gracias x existir