El bullying es un tema que saca a la luz parte de la sombra de las personas y de nuestra sociedad. A menudo lo vemos como algo ajeno, algo que sucede fuera de nosotros, y señalamos al acosador como el único culpable o responsable.
Pero, ¿qué dice esta situación sobre cada uno de nosotros? ¿Qué parte de la víctima se está mostrando en este problema? Y, como adultos, ¿qué podemos hacer de manera diferente?
El bullying es una situación de maltrato físico y/o psicológico que un niño o adolescente recibe de forma continuada por parte de una o varias personas de su entorno académico o social.
Esta reiteración de agresiones pueden desembocar en la exclusión social del individuo. La víctima puede sufrir graves consecuencias psicológicas como resultado de su incapacidad para gestionar la situación a nivel emocional.
«La verdadera prueba de carácter es cómo tratamos a aquellos que son más débiles que nosotros»
Bryan Stevenson
A día de hoy, se reconocen diferentes tipos de bullying, pero muy a menudo aparecen de forma simultánea los siguientes:
Físico: Zancadillas, patadas, empujones, agresiones con objetos. Normalmente son más habituales en la educación primaria que en la secundaria, pero cuando se producen en esta última suelen revestir mayor gravedad.
Verbal: Puede incluir amenazas, humillaciones públicas y comentarios hirientes sobre alguna característica de la víctima. Estas acciones pueden hacer que se sienta cada vez menos segura y más avergonzada de sí misma.
Social: Es un comportamiento que busca aislar a un niño o adolescente del resto del grupo. Sus consecuencias son igual de importantes si ocurren en persona como a través de las redes sociales, lo que se conoce como ciberacoso.
A menudo, los niños que sufren bullying no quieren pedir ayuda porque se sienten incapaces o avergonzados por no poder manejar la situación.
A partir de los 7 u 8 años, los niños necesitan encontrar su propia identidad y diferenciarse de sus padres, lo que se acentúa a los 12 años, durante la pubertad. Para sentirse más adulto, la víctima busca manejar el problema del bullying por sí misma y no incluir a sus padres u otros adultos en el proceso, aunque esto pueda ser contraproducente.
Hacia los 12 años se espera que un niño tenga una personalidad definida que le permita relacionarse adecuadamente con los demás. Si esto no ocurre, puede tener dificultades para manejar situaciones conflictivas.
Estas experiencias propician que salgan a la luz los aspectos de la personalidad que necesita desarrollar, por ejemplo, la seguridad y la confianza en sí mismo.
El miedo a ser excluido, a no pertenecer a un grupo o perder el liderazgo puede impulsar al acosador a elegir inconscientemente el camino del maltrato a los demás. Con ello pretende sentirse más seguro.
Por otra parte, resulta curioso observar cómo las víctimas de bullying suelen presentar un perfil de liderazgo sin desarrollar. Inconscientemente, este potencial dormido parece ser percibido por la persona que realiza el maltrato por lo que teme perder su lugar y eso le lleva a atacarlo.
«El regalo más preciado que podemos dar a otros es nuestra presencia. Cuando nuestra atención plena abraza a los que amamos, florecen como flores.»
Thich Nhat Hanh
En estos conflictos se suele tratar al victimario con dureza y a la víctima con empatía y comprensión, reproduciendo el mismo comportamiento de los propios niños, lo cual no atiende el problema desde la raíz.
Es importante que en cualquier intervención en una situación de bullying tengamos en cuenta los sentimientos de las dos personas porque ambas suelen ser bastante parecidas: comparten el sentimiento de no valorarse lo suficiente y sentirse inseguras.
Si bien utilizan la violencia de dos formas muy diferentes (el acosador la exterioriza y la dirige contra alguien específico, en tanto la víctima la interioriza y la sufre) no dejan de ser dos personas relacionadas íntimamente con la violencia.
Es bastante común que ambos provengan de entornos donde se la experimenta de algún modo, ya sea tácitamente o explícitamente. Abordarlo requiere de un fuerte compromiso emocional, sobre todo con la autoindagación y con las memorias del sistema familiar.
Es clave que padres, docentes y personas involucradas en situaciones de acoso sean conscientes de que su manera de responder es fundamental para resolverlas de una manera constructiva para todos. Con ese objetivo, deben mantenerse en un posicionamiento neutro, comprendiendo que todos los involucrados tienen su parte de responsabilidad y una necesidad no resuelta. Todos necesitan guía y apoyo.
Ante cualquier tipo de bullying es preciso tomar acciones contundentes, pero no desde el juicio y la reprimenda, sino desde la comprensión, la asertividad, la resolución y la compasión.
En una sociedad solidaria y preocupada por el bienestar emocional de sus miembros se pueden implementar proyectos como el Método KiVa, de Finlandia, que no se centra en el acosador o en la víctima sino que se enfoca, principalmente, en los observadores del acoso.
Enseña a los demás cómo intervenir en la situación concreta de violencia porque han entendido que si el acosador no se ve sostenido, deja de acosar.
Enseñar a ese niño o adolescente a romper sanamente su vínculo con la violencia, ya sea como acosador o como víctima, requiere de mucha valentía y empatía. La primera responsabilidad de los adultos es no dejarlo solo y apoyarlo para que salga fortalecido de la misma.
Puede ser útil guiarlo en la comprensión de que esa situación le está mostrando una serie de aprendizajes sobre sí mismo que le permitirán desarrollar las capacidades necesarias para afrontar los retos de la vida con confianza .
Esto le ayudará a dejar de sentirse una víctima para empezar a ser el artífice de su propio cambio.
Los niños involucrados en acoso reflejan una parte de la sombra colectiva y su problema puede dividirnos o unirnos. En cualquier conflicto, todos tenemos cierta responsabilidad y nuestra reacción habla de nosotros mismos.
Si nos encontramos ante una situación de bullying, el primer paso es observar nuestros propios pensamientos y cómo nos sentimos. Una observación consciente nos permitirá ver nuestro posicionamiento -a quién consideramos culpable y a quién víctima-, y las creencias asociadas -que uno merece castigo y el otro protección, por ejemplo-.
Ser capaces de ver esta información nos permite reconocer que no es cierta y, así, poder trascenderla, comprendiendo que los dos están expresando el mismo miedo al rechazo en polaridades opuestas.
Observar nuestros juicios y creencias, reconocer nuestro posicionamiento y ver de qué manera su miedo refleja nuestro miedo, es el trabajo previo necesario para afrontar el bullying desde la responsabilidad y la coherencia.
De este modo, es posible transformar cada situación conflictiva en una oportunidad para conocernos y evolucionar. Esta es la manera más eficaz de acompañar a niños y jóvenes en su desarrollo, desde el ejemplo, fomentando su autoconfianza, el respeto hacia los demás y hacia sus propios sentimientos y necesidades.
Si quieres seguir profundizando sobre este tema, puedes acceder a este material en nuestro canal de Spotify y de Youtube:
En este podcast, Enric y David Corbera abordan la reconceptualización de la violencia y buscan entender su verdadero origen. Además, ofrecen herramientas para gestionar la propia agresividad y responder adecuadamente a la que se pueda recibir del entorno.
En este video de Enric Corbera se brindan algunas claves de cómo criar a los hijos con un enfoque en la felicidad. Podrás conocer acerca de la importancia de la autoconciencia emocional para educar a los hijos de manera equilibrada y beneficiosa.
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Es lo que pienso. (La publicación sobre bullying). En este caso hacia un adulto:yo soy. Gracias Enric por estas ideas con las cuales trabajar.
Perdón… ya encontré toda la información. Muchas gracias
Buenas noches desde Argentina. Quisiera saber si el Postgrado en Educación Emocional …..es un encuentro semanal, si solo es presencial y el costo. Muchas Gracias. Saludos cordiales
Lo que he visto que muchos niños que sufren acoso generalmente tienen padres sobreprotectores que salen a defenderlos, y que en su casa uno o los dos padres tienden a defenderlos dentro de la casa también!