Cuando el síntoma irrumpe, suele hacerlo como un aviso: algo en la vida reclama atención. En una nueva entrega de la serie Destellos de Sabiduría, David y Sara conversan con el Dr. José Luis Marín, psiquiatra con más de cincuenta años de trayectoria clínica y un pensamiento que invita a reconciliar la ciencia con la humanidad.
A través de su experiencia, comparte una visión lúcida y compasiva del sufrimiento humano, cuestionando los límites de la medicina tradicional y proponiendo una comprensión más integral del ser. Su voz, serena y crítica, nos conduce a mirar de otra manera: a reconocer que el cuerpo, la mente y el contexto no son partes separadas, sino expresiones de una misma realidad.
Marín señala con firmeza cómo el exceso de diagnóstico, la fragmentación del paciente en especialidades y la patologización de las emociones han ido desdibujando la esencia del acto terapéutico. Una conversación que va más allá de la clínica y alcanza lo esencial: comprender que el cuerpo habla cuando la vida necesita ser escuchada, y que el primer gesto de sanación comienza en la mirada que sabe ver.
David y Sara invitan a abrir el marco: ¿qué ocurre cuando seguimos separando lo físico de lo emocional en la atención sanitaria? La pregunta no se formula como examen, sino como apertura para las palabras del especialista.
“Somos cuerpo. No tenemos un cuerpo y una mente. Eso me parece que es un gravísimo error conceptual de tres siglos de antigüedad. Lo que ocurre es que seguimos separando lo corporal de lo mental. Lo seguimos haciendo todos, renegando cada día de esa dicotomía, pero la aplicamos radicalmente en la práctica clínica”, responde el Dr. Marín
La reflexión continúa repasando el impacto administrativo y clínico de esa fragmentación. El psiquiatra recuerda la multiplicación de especialidades y su coste humano: “La división entre cuerpo y mente ayuda a la administración sanitaria, ayuda a la planificación, pero al ser humano no. El ser humano no está separado.”
Entre las intervenciones, Sara observa cómo esa fragmentación llega al día a día de los pacientes y profesionales, y el Dr. Marín lo sintetiza:
“Troceamos a la persona primero en dos grandes bloques —cuerpo y mente— y luego el cuerpo lo supertroceamos en veinte, o treinta o cuarenta, no sé cuántas son… Eso es… una catástrofe absoluta.
Todo lo que ocurre en el intestino afecta también al funcionamiento de las neuronas. Y por supuesto, al revés. El entender al sujeto como una totalidad inmersa en un contexto… lo que vemos en la consulta es un sistema.”
La reflexión en Destellos de Sabiduría es que es realmente urgente ver al sujeto en su red: familia, entorno y sociedad forman parte del cuadro que la práctica clínica no puede obviar.
David propone una imagen que guía la conversación: el síntoma como aviso o señal. Así, pasa de ser un enemigo a un portador de sentido profundo y vital.
Apoyándose en su clínica, el Dr. Marín, lo verbaliza así: “El cuerpo es nuestro campo de batalla. Lo que no se puede expresar de otras maneras, ese conflicto emocional… se manifiesta en el cuerpo.”
Sara rescata la idea que es central en el paradigma de la Bioneuroemoción, y el doctor subraya su alcance temporal:
“El motivo de consulta nunca es el problema. La esquizofrenia es un problema, la anorexia nerviosa es un problema, la depresión es un… claro que son un problema, pero nunca es EL problema.”
Marín insiste en que esa perspectiva ayuda tanto al terapeuta como al paciente: el síntoma suele ser la última gota de un vaso lleno de experiencias previas que no han sido nombradas ni escuchadas.
En este tramo la conversación se vuelve más clínica y testimonial. David y Sara introducen la carga de lo no dicho y el Dr. Marín ofrece datos y relatos de su experiencia profesional.
Relata el hallazgo en un estudio sobre fibromialgia: “Hemos visto ochenta pacientes con fibromialgia, todos ellos tenían una experiencia traumática previa. El abuso sexual infantil en un porcentaje sobrecogedor, absolutamente sobrecogedor.”
Sara comparte la conmoción que genera escuchar estas historias no preguntadas durante años; el doctor confirma el efecto terapéutico de la pregunta:
“Lo que nos decían es que era la primera vez que alguien se lo preguntaba… algunas se marchaban llorando de la consulta, pero diciendo: ‘Me voy llorando, pero estoy bien. Tenía muchas ganas de contarlo’.”
El Dr. Marín resume una verdad clínica: la experiencia se vuelve traumática cuando no puede compartirse. Abrir la puerta, legitimarla y decir “esto puede tener sentido” es, a menudo, el primer tratamiento posible.
David y Sara abordan la patologización de lo emocional desde una mirada crítica y reflexiva. La conversación busca explicar cómo la normalidad emocional puede transformarse en etiqueta clínica. El Dr. Marín lo dice con claridad:
“Nos estamos pasando con la psiquiatrización de emociones que son absolutamente normales. El tener miedo es absolutamente normal, es una emoción sana que te salva la vida cada día. El miedo no se puede eliminar. Si eliminamos el miedo, nos morimos.
El problema es que ahora parece que no se puede tener miedo, ni tristeza, ni rabia. Y cuando una emoción normal se manifiesta, la transformamos en ansiedad, y la ansiedad en un trastorno. Y una vez convertido en trastorno, ya tenemos protocolo y tratamiento.
Pero el miedo no es un trastorno. La tristeza no es un trastorno. Son parte del equipamiento natural del ser humano. Si no tuviéramos miedo, nos lanzaríamos por la ventana; si no tuviéramos tristeza, no podríamos elaborar las pérdidas. Lo que ocurre es que hemos convertido las emociones en síntomas, y los síntomas en enfermedades. Y así estamos: dopando emociones normales con psicofármacos que no curan nada, sólo anestesian la vida.”
Sara apunta al efecto social y el doctor lo precisa:
“Convertir síntomas en trastornos y confundir trastorno con enfermedad ha sido un gran error. La depresión no es una enfermedad del cerebro, y eso nos permite ser muy optimistas. Si fuera una enfermedad del cerebro, como el Alzheimer o el Parkinson, sería una mala noticia, porque entonces no podríamos hacer nada. Pero la depresión no lo es.
La depresión es una forma de estar, una manera de reaccionar ante determinadas circunstancias de la vida. No se trata de negar el sufrimiento, sino de entender que no es una patología del órgano, sino una respuesta humana. Y eso significa que puede cambiar, que tiene salida. Esa es la buena noticia.”
La etiqueta puede calmar a corto plazo, pero a medio y largo plazo puede complicar la comprensión de la historia personal.
Cierre. David y Sara conducen la conversación hacia la idea central: más allá de tratamientos protocolizados, el acto terapéutico que más transforma es el de ver y legitimar.
“El ser humano necesita ser mirado. Si no le miras por las buenas, te va a exigir que le mires por las malas, presentando síntomas… Lo que necesita el paciente es verse visto, que le veas, que le mires. Eso es lo que sana”, señala el Dr. Marín.
Sara resume la invitación con tono esperanzador: un gesto sencillo —mencionar la conexión entre historia y síntoma, legitimar el sufrimiento— puede abrir una ventana terapéutica. Marín concluye con una advertencia y una llamada:
“Nadie se vuelve loco sin un motivo. Escucha su historia.”
Escuchar, legitimar y mirar: tres acciones que no requieren protocolo y que, sin embargo, cambian el curso de la vida. Si el cuerpo habla, la escucha es la primera medicina.
Este artículo es solo una breve parte de la conversación con el Dr. José Luis Marín de David Corbera y Sara Pallarès -director académico y CEO, respectivamente, de Enric Corbera Institute- en el pódcast “Destellos de Sabiduría”. Puedes ver o escuchar el episodio completo “Medicar es silenciar el trauma. E error de la psiquiatría”, aquí:
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