En el diálogo entre David Corbera y Sara Pallarès con el neurocientífico Mariano Sigman se abre una exploración profunda de aquello que solemos dar por sentado: la realidad que vivimos, las historias que heredamos, las memorias que nos sostienen… o nos limitan. No es tanto una charla académica como una invitación a mirar dentro de nosotros, a reconocer los cimientos invisibles que dan forma a lo que somos, lo que sentimos, lo que elegimos.
Más allá de los datos neurocientíficos, se revela una verdad humana: nuestras percepciones, nuestras heridas tempranas, los relatos familiares no contados y las palabras que usamos tienen un peso que no siempre vemos. En este episodio de Destellos de Sabiduría, Mariano Sigman no promete respuestas fáciles, pero sí abre ventanas para que cada quien contemple sus narrativas y descubra qué historias lleva consigo, cuáles le llegan desde lo profundo y cuánto moldean su presente.
Este artículo recoge fragmentos de ese encuentro vivido, para acompañarte en ese viaje de reconocimiento. Porque lo que observamos con conciencia puede dejar de dominarnos, y lo que escuchamos internamente puede transformarse para que vivamos con más libertad.
David plantea que solemos pensar que el cerebro se limita a recibir pasivamente la información del entorno. Sin embargo, señala que, lo que muestran las investigaciones es algo muy distinto: el cerebro participa activamente en la creación de nuestra experiencia de la realidad.
Mariano Sigman asiente y comparte: “Ese era el título de mi tesis: la máquina que construye la realidad. El cerebro no solo recibe información, sino que genera hipótesis y crea la experiencia del mundo.
El ejemplo más claro de eso es un sueño. Cuando cierras los ojos y aparecen imágenes, tu cerebro está funcionando hacia el otro lado: no solo fotografía la realidad, también la construye. Y en realidad nunca dejamos del todo de soñar.”
A partir de este punto, la conversación se adentra en cómo nuestras percepciones no son simples reflejos del exterior, sino interpretaciones que surgen de la interacción entre lo que vivimos y lo que anticipamos.
Sara reflexiona sobre cómo, desde muy pequeños, nos vamos formando interpretaciones que más tarde influyen en la manera en que comprendemos lo que nos sucede. Se pregunta si esas experiencias tempranas condicionan el modo en que construimos nuestra realidad presente.
Mariano confirma: “Sí, son enormes, seguro. Sobre todo, porque entrás en un terreno de enorme libertad, que es el de las narrativas… donde tú puedes mirar un mismo hecho como una tragedia o como una épica, como algo que te encierra o como algo que te abre. Y esas narrativas son tan poderosas que pueden determinar las oportunidades que vemos o las que dejamos pasar.”
Lo que vivimos en la infancia deja huellas que, con el tiempo, se transforman en relatos sobre quiénes somos y cómo es el mundo. Estos pueden limitar o ampliar nuestras posibilidades.
Mariano suma claridad: “Es la mentalidad rígida, la mentalidad de crecimiento, que es confundir lo difícil con lo imposible. Si dices ‘es imposible’, abandonas. Si dices ‘es difícil’, intentas resolverlo. Y ese matiz cambia completamente tu destino, porque si lo tomas como difícil, buscas caminos, te equivocas, lo intentas de nuevo; si lo llamas imposible, ni siquiera lo intentas.”
Sara retoma esta idea y apunta: “Cambiaste de narrativa”. Ese simple cambio —pasar de lo imposible a lo difícil— abre la puerta a nuevas formas de actuar.
David y Sara se adentran en otro aspecto esencial: no solo llevamos nuestras propias narrativas, también heredamos historias, silencios y experiencias de generaciones anteriores.
Mariano lo explica así: “Sí, ese es el inconsciente colectivo de Jung. Y lo sorprendente es la magnitud de eso. Hay traumas que quedan grabados en la genética y pueden expresarse generaciones después. Es como si hubiese marcas que se heredan sin que nadie las narre, pero que siguen presentes y condicionan la manera en que reaccionamos ante ciertas experiencias.”
Lo que no se ha dicho, lo que ha permanecido oculto, también se transmite. Las vivencias familiares y colectivas influyen en cómo interpretamos el presente, incluso sin que tengamos plena conciencia de ello.
El diálogo se desplaza hacia la memoria y cómo un trauma puede quedar registrado en nosotros.
“En las memorias traumáticas, la red es enorme y queda grabado un montón de cosas relevantes junto a otras irrelevantes. A veces lo que dispara esa memoria es un detalle irrelevante que ni siquiera recuerdas.
Eso es lo que explica por qué de repente algo mínimo, un olor, un gesto, un sonido, puede llevarte a un estado emocional muy intenso sin que sepas de dónde viene”, revela el neurocientífico Mariano Sigman.
Sara resume: “Los detalles”. Esto, que aparentemente es insignificante, puede reactivar emociones y respuestas que provienen de experiencias muy anteriores.
Sara señala que, en ocasiones, lo que nos ocurre se reinterpreta gracias a las palabras. Otras veces, en cambio, el lenguaje parece no alcanzar.
Mariano coincide y añade: “Tengo un libro que se llama El poder de las palabras, pero entenderlo también es entender su límite: hay veces que no alcanza con la palabra, necesitas algo más para transitar un trauma.
A veces es necesario un gesto, un acto o una experiencia vital que te permita resignificar lo vivido. La palabra abre la puerta, pero no siempre basta para atravesarla.”
El lenguaje puede abrir caminos de comprensión, pero no siempre es suficiente por sí mismo. La experiencia emocional, corporal y vital tiene también un papel imprescindible en los procesos de transformación.
La conversación deja una conclusión insoslayable: si el cerebro construye la realidad a través de las narrativas, también tenemos la oportunidad de revisarlas. La infancia y las herencias familiares nos marcan, pero no nos condenan.
Mariano lo resume con una vivencia personal: “Lo que sí tengo es la observación de que esas cosas con esfuerzo, con método y con voluntad, tienen un rango de cambio. O sea que uno no está condenado a decir: ‘Bueno, yo de pequeño interpreto las cosas así, eh, tengo una oportunidad de cambiarlas’.
Y yo lo he comprobado en mi propia vida: aquello que me limitaba durante años lo pude transformar cuando decidí mirarlo de otra manera y dar el primer paso.”
En esa posibilidad de cambio se abre un horizonte transformador. Comprender cómo nuestra mente construye lo que llamamos realidad nos invita a preguntarnos: ¿qué narrativas seguimos repitiendo sin darnos cuenta? ¿Cuáles podemos dejar atrás? ¿Y cuáles queremos elegir para que nos acerquen a la vida que deseamos?
Este artículo es solo una breve parte de la conversación con Mariano Sigman de David Corbera y Sara Pallarès -director académico y CEO, respectivamente, de Enric Corbera Institute- en el pódcast “Destellos de Sabiduría”. Puedes ver o escuchar el episodio completo “El cerebro sueña siempre: lo que la ciencia revela sobre la mente”, aquí:
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