La libertad es uno de los valores más buscados por el ser humano y, al mismo tiempo, uno de los más condicionados por las estructuras en las que vivimos. En esta conversación con Rubén Gisbert, abogado y analista político español, exploramos cómo lo político y lo psicológico se entrelazan. Y lo hacemos junto a David Corbera y Sara Pallarès, en su pódcast Destellos de Sabiduría, que nos invitan a tender puentes entre el mundo interior y el colectivo, entre lo personal y lo social.
David plantea que, así como la personalidad es al individuo lo que la cultura es a una organización, quizá los sistemas políticos fueran el resultado de la suma de las psicologías individuales. ¿Es el exterior el que moldea nuestra mente, o somos nosotros quienes proyectamos en lo político lo que vivimos dentro?
—«Creo que es al revés, que los sistemas políticos cambian a las sociedades. Maquiavelo dice que los pueblos toman la moral de los reyes. Así se comporta aquel que tiene la responsabilidad, la facultad de impartir justicia.
Es decir, aquel que tiene realmente que dirigir a la sociedad, así se comporta la sociedad, porque toma como ejemplo a aquel que en principio tiene que velar por el cumplimiento de las leyes, por el bien y el mal. Es un comportamiento del ser humano a nivel social y a nivel individual. Así se comporta un padre, así se comporta un hijo», responde Rubén Gisbert.
En este punto, David reconoce la paradoja: para transformar la psicología colectiva habría que cambiar antes las reglas del sistema político. Pero para que eso suceda, primero la gente necesita despertar.
—«Yo quiero llevar a cabo un cambio político, pero para eso necesito que la sociedad accione. Y para que la sociedad accione, tengo que cambiar la mente de la sociedad, tengo que cambiar el modo colectivo de vivir, la cultura.
Yo soy divulgador porque busco llegar a una parte prevalente de la sociedad que sea lo suficientemente gruesa y tenga una serie de puntos interiorizados que sean el detonante de un cambio», sostiene Gisbert.
Sara trae al diálogo la idea de que muchas personas permanecen en una especie de letargo colectivo, soportando situaciones insostenibles mientras no lleguen a un punto de no retorno.
—«He llegado al convencimiento de que, para que se produzca lo que yo quiero, que es que una mayoría de españoles den la espalda al sistema, tiene que producirse una quiebra del sistema. Tiene que haber un montón de personas que no tengan nada que perder.
Mientras tengamos cerveza, fútbol y una hamburguesa, seguimos soportando. La gente dice: ‘Pero ¿cómo puede ser que la sociedad española esté adormecida?’. Es una cuestión social, psicológica y cultural. Y deriva de un periodo muy largo en el que hemos estado socialmente obedeciendo. Eso deja una huella», analiza Gisbert.
Sara propone entonces un paralelismo con el trabajo psicológico: la autoconciencia como capacidad de reconocer lo que gobierna nuestra vida desde el inconsciente. ¿No sería posible, se pregunta, hablar también de una “autoconciencia política”?
—«Has tocado temas muy interesantes que además son clásicos de la psicología, como la diferencia entre el ego, el super ego y el ello. Mi maestro, García Trevijano, explicaba siempre que la política es una síntesis de la vida. Y es así, efectivamente, por una razón. La política es la lucha por el poder.
Tener conciencia y conocer cómo funcionan las relaciones de grupo, cómo funciona la estructura de poder de la sociedad en la cual estoy, es el camino. Eso es lo que te da herramientas para poder conocer hasta qué punto tú puedes ser oprimido sin darte cuenta, hasta qué punto puedes aceptar aquello que no te conviene sin ser directamente conocedor de ello», explica Rubén Gisbert.
David y Sara traen aquí la teoría del filósofo y psicólogo austríaco Paul Watzlawick sobre los órdenes de realidad: los hechos por un lado, y los relatos que construimos sobre ellos por otro. ¿No sucede lo mismo en política, donde lo que se muestra es muchas veces pura ficción?
—«Vivimos en la era del ‘como si’. Todo lo que vemos en televisión, en radio, en los parlamentos, no se corresponde realmente con la realidad del día a día, es una virtualidad, es algo que no es la realidad de la sociedad en la que vivimos.
De hecho, los acuerdos políticos no se producen en el parlamento, sino en una mesa entre tres o cuatro personas. Luego hacen la puesta en escena de lo que debe ver la sociedad, aunque sea falso y sea mentira», revela Gisbert.
En la segunda parte de la conversación, David Corbera y Sara Pallarès giran hacia lo personal: ¿qué principios sostienen la vida de Rubén Gisbert más allá de lo político?
—«Yo no respondo el día de mañana ante un poder superior que me va a dar un balance entre ‘has hecho bien’ o ‘has hecho mal’. No, respondo ante mí mismo.
Cuando tú te impones un código de conducta en el cual no te puedes fallar, no por nada, sino porque para mí es lo realmente importante, la prueba que realmente es la vida, es mucho más duro porque no hay margen de error. No hay perdón posible más allá del que tú te puedas dar a ti mismo», responde.
Sara se interesa por el carácter inconformista que Gisbert mostró desde niño, un rasgo que también lo llevó a construir su propio criterio moral.
—«Desde pequeño me castigaban y yo mismo reflexionaba sobre cuándo hacía bien y cuándo hacía mal. Porque a veces lo que te dicen tus padres no te vale, incluso ellos mismos se contradicen.
En ese descubrimiento, yo mismo tenía que darme cuenta en base a qué hacía bien o mal. Y ahí es donde descubres la empatía, la capacidad de ponerte en el lugar del otro para no dañar. Eso es lo que construye tu personalidad y tu ética», compartió Rubén Gisbert.
En el cierre, surge una reflexión sobre el futuro: ¿es posible esperar líderes que actúen desde la ética y no solo desde el poder?
—«Las buenas reglas soportan a los malos gobernantes. Las malas reglas no. El buen gobernante no es aquel que sabe mucho, sino aquel que tiene un sentido del honor y de la justicia muy fuertes, que no dependen del conocimiento.
El valor está en aquel que adopta un camino difícil solo porque es el correcto. Prefiero arriesgarme a equivocarme antes que vivir en una atalaya en la que tenga la razón», manifiesta Gisbert.
Este diálogo entre lo político y lo psicológico nos recuerda que la libertad nunca es un regalo externo, sino un proceso de conciencia. Así como la Bioneuroemoción propone que cada persona se haga responsable de sus programas inconscientes, Gisbert plantea que la autoconciencia política es imprescindible para no vivir anestesiados bajo estructuras de poder que nos condicionan.
El reto está en atrevernos a mirar dentro y fuera con la misma honestidad: reconocernos en nuestra vulnerabilidad personal y en nuestra pasividad social. Solo entonces podremos elegir con mayor coherencia, tanto en nuestras vidas privadas como en la vida colectiva que compartimos.
Este artículo es solo una breve parte de la conversación con Rubén Gisbert de David Corbera y Sara Pallarès -director académico y CEO, respectivamente, de Enric Corbera Institute- en el podcast “Destellos de Sabiduría”. Puedes ver o escuchar el episodio completo “¿Hasta qué punto estás oprimido sin saberlo?”, aquí:
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