Desde que en 2003 se completó la secuencia del genoma humano quedó clara la cuestión: nuestros genes no determinan nuestro futuro. Esta conclusión causó cierta desilusión puesto que se esperaba encontrar justamente la confirmación de lo contrario, es decir, los científicos esperaban poder curar todas las enfermedades con sólo modificar el ADN. Lo que a priori fue una mala noticia se ha convertido en un vasto campo de investigación que no deja de asombrarnos.
La doctora en biología, Nathalie Zammateo demuestra que se sabe mucho más de lo que parece de la relación directa entre el ambiente emocional y las modificaciones genéticas. El argumento del libro se hila a través de numerosas investigaciones científicas relacionadas con la epigenética y, aún así, consigue, con un lenguaje claro y ameno, que los lectores devoremos las páginas del libro.
“Las emociones determinan la calidad de nuestra existencia. Se dan en todas las relaciones que nos importan: en el trabajo, con nuestros amigos, en el trato con la familia y en nuestras relaciones más íntimas. Pueden salvarnos la vida, pero también pueden hacernos mucho daño”. Así empieza el libro con el que el doctor en psicología Paul Ekman nos explica el proceso de su estudio y el resultado de sus investigaciones.
El camino de Ekman empieza por casualidad y acaba por ser el detonante de una línea de investigación completamente innovadora e imprescindible. A grandes rasgos nos dice que nuestro cuerpo y, en concreto, nuestras microexpresiones faciales, hablan más de nosotros que nosotros mismos. Su hipótesis es que estas microexpresiones son universales, es decir, iguales en todas las culturas del planeta. Y, aunque actualmente existen corrientes que cuestionan este planteamiento universal, no cabe duda que sumergirnos en El rostro de las emociones es una herramienta valiosísima para conocernos mejor.
Si hablamos de Gregg Bradden hablamos de inspiración y si además lo hacemos de creencias inconscientes estamos frente a un libro que contiene la llave fundamental para comprender cómo funciona el conocido “efecto observador”. Para Bradden los argumentos de la física cuántica junto con las experiencias contrastadas de personas que han realizado acciones “improbables” son la punta de lanza para sumergirnos en las profundidades de lo que pensamos.
Aceptar que no sabemos ni lo que creemos aunque lo estemos continuamente defendiendo es el primer paso para comprender que tenemos una información que condiciona nuestra vida. Por eso, el autor se plantea: “Si este mundo que «parece tan demente» se basa en nuestras percepciones, ¿por qué nos resulta tan difícil cambiar las cosas que no funcionan? ¿Cómo reescribimos nuestras creencias para reflejar nuestros amores más profundos, nuestros deseos más verdaderos, nuestras mayores herramientas de sanación?”. Al final el libro descubrimos que la respuesta a esta pregunta es a la vez evidente y simple.
Hasta hace poco las emociones han sido las grandes olvidadas de la salud física de las personas, sin embargo, cada vez se escuchan más voces que, desde diferentes puntos de vista, contemplan la conexión entre emoción y salud.
La Bioneuroemoción® sostiene que el ambiente emocional en el que vivimos es uno de los factores determinantes para nuestro bienestar. Estos 3 libros nos muestran tres caminos distintos para comprender esta conexión.
© Enric Corbera Institute.