Muchas veces hemos emprendido un viaje, en el que nos hemos trasladado a otro lugar para despejar nuestra mente de dudas y conflictos que mantenemos en nuestra vida diaria. Nos referimos al típico desplazamiento que todos hemos hecho alguna vez, de vacaciones, en el que disfrutamos del tiempo libre fuera de la rutina del día a día. Esperamos que, con este viaje en el espacio, podamos resolver de alguna manera nuestros problemas, cuando en realidad los portamos allá donde vayamos. La consecuente acumulación de experiencias, si se contemplan desde el mismo punto de vista, no pueden sino reforzar más aún nuestra propia forma de pensar. Llevamos con nosotros aquello de lo que tan ansiadamente deseamos escapar, y que se nos presenta continuamente en nuevas experiencias de vida. El verdadero viaje no consiste en cambiar nuestro entorno, sino en transformar nuestra forma de percibirlo, para modificar la manera que tenemos de ver nuestra realidad. Solamente de esta forma llegaremos a nuevos destinos, que no alcanzaremos caminando, sino cuando empecemos a cambiar.
Cuando rememoramos un evento que ha sucedido con anterioridad, nos trasladamos mentalmente a un espacio-tiempo pasado, en el que podemos volver a experimentar las sensaciones que en aquel momento tuvimos, incluso pudiéndolas modificar. Al viajar a una situación concreta que consideramos pasada, volvemos a traer al presente la información que recordamos de ese instante, y vivimos de nuevo la experiencia que hemos almacenado en nuestra memoria. Aunque no podemos cambiar los hechos que habían tenido lugar, sí que podemos en este viaje, modificar la forma que tuvimos de afrontar dichos acontecimientos, y por lo tanto el recuerdo que tenemos de ellos. En cualquier caso, nuestra relación con el mundo no está determinada, incluso para aquellas situaciones que consideramos inmutables. Cuando cambiamos la forma de afrontar nuestro pasado, modificamos en nuestra memoria las vivencias que hemos almacenado. Cada recuerdo contempla multitud de viajes, que dependen de la forma que tengamos de observarlos.
El mayor y más importante viaje que jamás podemos realizar no implica un gran desplazamiento espacial, ni temporal. Lo podemos realizar en cualquier momento y en cualquier lugar. Se trata de un camino que nos lleva a profundizar en el auto-conocimiento personal, donde cada paso nos lleva a parajes cada vez más profundos, inhóspitos y recónditos de nuestra personalidad. No es un trayecto que implique un alto peaje, más allá del desprendimiento de nuestras viejas formas de pensar. Al indagar en nuestro interior, y poner en duda nuestras creencias y pensamientos, nos encontramos al final del camino con nuestro auténtico yo intemporal. Cuando retomamos el contacto con nuestra esencia, podemos decidir recorrer nuevos senderos, que con nuestra antigua forma de pensar estaban cerrados, o simplemente no podíamos vislumbrar.
El verdadero descubrimiento es comprender que llevamos incorporado todo lo que necesitamos, y que independientemente del entorno en el que nos encontremos, vamos a experimentarnos a nosotros mismos. Nuestra libertad comienza en el momento en que empezamos a des-identificarnos de aquello que llamamos nuestra realidad, y nos planteamos que puede haber otra forma de vivir. Al abrir las puertas de la percepción, podemos caminar hacia nuevas metas y lugares, dónde nuestra conciencia es la brújula que nos indica el lugar a dónde queremos llegar.
© Enric Corbera Institute.