Madurez emocional: trascender el condicionamiento familiar para lograr libertad personal

09 junio 2023

Llegamos a la vida adulta y seguimos reclamando a nuestros padres lo que no recibimos de niños. Aún nos sentimos víctimas de historias que vivimos como verdaderos dramas. La madurez emocional significa observar nuestras memorias desde una nueva perspectiva.

Esto nos permitirá comprender mejor a nuestra familia y relacionarnos de manera más efectiva con ellos y también con las experiencias que vivimos. Es convertir las experiencias vividas en oportunidades de autoconocimiento y superación para lograr una libertad emocional que permee todos los ámbitos de nuestra vida. 

En este artículo desarrollaremos en qué consiste este proceso y cómo usar nuestras herencias emocionales como trampolín para una verdadera madurez emocional.

 

La infancia es la base de nuestra vida adulta

En nuestra infancia aprendemos, sin juzgar y de manera inocente, lo que es seguro y lo que es peligroso, lo que es aceptable y lo que no, lo que es “normal” y lo que se considera raro. Adquirimos creencias, comportamientos y actitudes que más adelante podrán limitarnos aunque no seamos conscientes de ello.

Por ejemplo: como eres la mayor, cuando eras chica debías cuidar a tus hermanos. Te parece lo más natural y de adulta sigues cuidando de tus hermanos y otras personas que toman simbólicamente ese lugar en tu vida. 

Esta indicación de tus padres puede transformarse en un mandato inconsciente que te impulsa a actuar de determinada manera, hasta el punto de estar más pendiente de las necesidades de los otros que de las tuyas propias.

 

«Existir es cambiar, cambiar es madurar, madurar es crearse a uno mismo sin cesar»

Henri Bergson

 

De niños imitamos los comportamientos de nuestro entorno 

Durante la infancia dependemos de los adultos, de los cuales tomamos una manera concreta de ver el mundo y de responder ante lo que nos sucede

Asimismo, las experiencias que vivimos simplemente las experimentamos. Aún no tenemos recursos cognitivos para comprenderlas, sólo las absorbemos como esponjas.

Por eso, copiamos de nuestros padres patrones de pensamiento y de respuesta que nos ayudan a protegernos, adaptarnos y, en última instancia, a sobrevivir. 

Lo que necesitamos comprender de esto es que de niños incorporamos formas de pensar, percibir y actuar que nos siguen influyendo, sin darnos cuenta, cuando somos adultos. A medida que se nos presentan diversas situaciones a lo largo de nuestra vida, reproducimos estos patrones, ya sea de manera similar o en su polaridad contraria.

Por ejemplo, el hijo de un alcohólico puede repetir ese comportamiento en su vida adulta o, por el contrario, irse al otro extremo y ser completamente abstemio.

 

 

Madurez emocional: libertad individual vs lealtad familiar

La familia es un grupo de personas que funcionan como un sistema en el que cada miembro debe comportarse según reglas que le aportan identidad y unión. De este modo, inconscientemente se promueve su equilibrio.

 

En busca de nuestra propia identidad

Estas imposiciones familiares, conscientes o inconscientes, pueden condicionar el desarrollo de sus miembros. Este condicionamiento se llama lealtad familiar y exige que cada miembro cumpla con las obligaciones del clan.

El hecho de incumplirlas puede significar la exclusión del grupo

Sin embargo, la búsqueda de nuestra libertad individual nos lleva a dejar de seguir algunas de esas reglas para descubrir nuestra identidad y así, cumplir nuestros deseos y no lo que nuestra familia espera de nosotros.

Romper lealtades puede generar desorden y resistencia ante el cambio en nuestro entorno familiar, ya que al hacer cambios personales que desafían el status quo, los otros miembros de la familia se ven obligados a cuestionar sus propias vidas.

 

 

Ir más allá de nuestras herencias inconscientes

De nuestros padres heredamos creencias, valores y prejuicios y por lo general, nos los han transmitido de la misma manera que ellos los adquirieron de los suyos. 

Una forma de trascender estas herencias es a través de la comprensión hacia nuestros padres al reconocer la intención positiva de sus comportamientos. 

 

«Comprender a nuestros padres no significa justificar sus acciones, sino encontrar la empatía necesaria para sanar nuestras propias heridas y liberarnos del pasado.»

Lyanla Vanzant

 

Aunque no parezca, hubo una intención positiva en el comportamiento de nuestros padres

Si tuvimos padres distantes que no expresaban su cariño, tal vez lo hacían para forjarnos el carácter necesario para gestionar las adversidades. Esta fue su intención positiva. 

Lo aprendieron de sus propios padres, de los que seguramente tampoco recibieron afecto y, por lo tanto, no supieron darnos algo que no han recibido. 

Comprender la intención positiva de actitudes que consideramos reprochables nos permite expandir nuestra comprensión más allá de nuestro dolor como niños/as. Es uno de los pilares de la madurez emocional y, a su vez, uno de los retos más difíciles de afrontar.

Pero cuando comprendemos la intención positiva con la que nos han transmitido sus creencias y valores podemos dejarlos en paz y forjar los nuestros trascendiendo los mandatos del sistema familiar. Aquí es cuando podemos construir nuestra identidad propia.

 

 

Hacia nuestra libertad emocional

Para ser adultos emocionales debemos tomar conciencia de nuestros patrones heredados en forma de creencias, comportamientos, capacidades, y ver cuáles siguen siendo funcionales para nosotros.  

Ser libre, en este sentido, es darnos cuenta que podemos elegir otras formas de ver y de responder ante lo que nos sucede. Podemos reorganizar nuestro sistema de supervivencia almacenando nuevos mensajes y experiencias. 

Por ejemplo, si en nuestra familia aprendimos a quedarnos callados para no causar molestias, ahora sabemos que seremos más coherentes si nos expresamos aunque genere incomodidad en los demás. 

Esta nueva información nos permite gestionar mejor el conflicto porque priorizamos nuestro bienestar emocional, que es lo único sobre lo que podemos tener control. Esto nos proporciona la claridad y el equilibrio interno necesarios para afrontar la oposición de personas o circunstancias.

 

Madurez emocional: “Si la vida nos da limones, hagamos limonada” 

Así dice el dicho popular y, en tal sentido, las circunstancias adversas de nuestra infancia pueden ser el trampolín a una profunda experiencia de autoconocimiento y crecimiento personal. A partir de ella podemos comenzar a pensar, sentir y actuar de una manera más libre y coherente ante situaciones similares.

Pero la limonada no se hace sola, requiere que salgamos de las excusas y de la comodidad de sentirnos las víctimas de nuestro pasado La madurez emocional requiere de valentía para realmente modificar nuestra percepción y, con ella, nuestra forma de actuar y vivir.

Implica adquirir el compromiso de responsabilizarnos de nuestro bienestar independientemente de las circunstancias. Sin excusas, sin culpar a los demás, comprendiendo que tenemos el poder de transformar nuestra vida y de elegir en cada momento quiénes queremos ser.

 

 

Si quieres seguir profundizando sobre este tema, puedes acceder a este material en nuestro canal de Spotify y de Youtube:

 

Enric Corbera explica en este podcast cómo en la adolescencia vivimos el proceso de separación de nuestros padres. La individuación es una oportunidad para crecer con personalidad propia y saber enfrentarnos al mundo exterior.

 

En este vídeo, David Corbera explica algunas claves para diferenciarse e independizarse emocionalmente de la familia.

 

 

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Diplomado en Bioneuroemoción®

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