Cómo despertar el poder del “No”: los límites

26 marzo 2024

A menudo, nos sentimos incómodos al expresar un «no». Los límites pueden ser desafiantes para aquellas personas acostumbradas a complacer a otros. 

Detrás de esta dificultad existe un patrón de comportamiento arraigado en nuestras experiencias pasadas.

En este artículo, exploraremos una nueva perspectiva sobre esta actitud que obstaculiza nuestro crecimiento y nos genera conflicto, considerando los límites como una oportunidad para conectarnos más con nosotros mismos.

 

Dónde generamos nuestra propia noción de límite

Alrededor de los 2 años, como niños pasamos por la etapa del negativismo. Buscamos afirmar nuestra independencia y exploramos los límites de nuestra autonomía y los de nuestro entorno.

Esta fase natural y saludable del desarrollo infantil genera un aumento de nuestra autoconciencia y del deseo de tomar decisiones por nosotros mismos.

Sin embargo, haber sido reprimidos en exceso o castigados por expresar esta independencia puede afectar negativamente nuestra capacidad para poner límites saludables. Es que lo que observamos en nuestros modelos de referencia influye sustancialmente en cómo nos manejamos en nuestras relaciones a lo largo de nuestra vida.

En este proceso, la presencia de una figura de autoridad o una energía firme es esencial, ya que establecer límites se relaciona con la capacidad de tomar decisiones y sostener la incomodidad. Permitir que esta dinámica se desarrolle de manera equilibrada nos facilitará la aplicación efectiva de estos límites en el ambiente emocional.

 

Desafíos del entrenamiento del “No”

Muchas veces nos encontramos haciendo cosas que en realidad no queremos hacer. Cedemos a los programas inconscientes arraigados en la infancia y a las expectativas sociales

A muchas personas les resulta difícil decir «no» pues les preocupa decepcionar a los demás, incluso si esto implica ignorar las propias necesidades.

Por ejemplo, puedo sentirme obligado/a a asistir habitualmente a ciertos eventos sociales sin querer hacerlo. Recuerdo que de pequeño/a observaba a mi madre complacer a invitados, pero cuando se iban se quejaba, decía que estaba harta de las visitas. Pero nunca dio el paso de decir que no quería hacerlo y repetía esta incoherencia una y otra vez. 

Entonces yo puedo caer en la misma dinámica, de no decir que no ante eventos sociales y luego quejarme. Esto me lleva a desconectarme de mis necesidades físicas y emocionales más básicas, como el deseo de descansar o simplemente estar con mi pareja y mis hijos, o con mis amigas.

Reconocer y desarmar la forma en que fuimos educados para establecer límites es en sí mismo un desafío.

 

La presión social: cultura y género

A la dificultad de fijar límites se le suma nuestra cultura: como seres sociales estamos naturalmente inclinados a compartir la vida en comunidad. El conflicto aparece cuando percibimos el deber de, por ejemplo, estar siempre disponibles.

Con frecuencia, a las mujeres aún se las educa en la complacencia. Aprenden a priorizar las necesidades y expectativas de los demás, por lo que suelen experimentar culpa o una responsabilidad excesiva al decir «no». 

Sentirse culpable por no trazar límites es un síntoma de no darle legitimidad a lo que queremos. 

 

 

La potencia intrínseca que tiene el límite

Poner límites es fundamental para mantener nuestro bienestar. Al reconocer y comunicar nuestros deseos y necesidades con claridad, creamos fronteras que no deseamos que sean cruzadas.

Identificarlos requiere autoconocimiento: entender nuestras emociones para identificar lo que aceptamos o no para nuestra vida. 

A su vez, al establecer acuerdos con nosotros mismos y respetarlos, podremos ser coherentes con lo que deseamos ser y hacer. 

 

Saber lo que quiero para poner límites

Se le atribuye a Antoine de Saint-Exupéry la frase «Cuando un hombre sabe a dónde va, el mundo se aparta para dejarlo pasar». Es allí donde nace la capacidad de una persona para poner límites.

Pongamos dos ejemplos:

1) Prefiero ser músico en lugar de abogado, aunque mi padre me empuja a lo contrario. ¿Qué necesito reconocer en mí para tener más claridad interna y no temer desafiar sus expectativas?

2) Sé que quiero educar a mi hija en su autoestima. Por eso, le daré mi propio ejemplo al no permitir que los demás opinen sobre mí sin mi permiso.

Poner límites implica conocer nuestras propias necesidades y deseos. Es algo que frecuentemente descuidamos o no sabemos hacer debido a la influencia de entornos en los que nuestras necesidades no eran prioridad.

 

pies, zapatos, límites

 

El propósito que expresan los límites que no establecemos

Todo comportamiento lleva consigo una intención positiva, pues refleja el beneficio consciente o inconsciente que buscamos con una conducta.

En tal sentido, la intención que tenemos al no poner límites es ser aceptados y queridos.

Cuando comprendemos qué buscamos al hacer las cosas de una forma o de otra, el límite se transforma en una herramienta para acercarnos a nosotros mismos y por lo tanto a los demás. 

 

Aceptar nuestra manera de marcar límites

Al priorizar nuestro autocuidado y no juzgarnos cada vez que ponemos un límite, fortalecemos nuestra capacidad para establecer de manera asertiva relaciones constructivas.

Dejar de criticar nuestra forma de expresar el «no quiero» es el primer paso hacia una vida coherente.

 

“Si quieres ser respetado por los demás, lo mejor es respetarte a ti mismo. Sólo por eso, sólo por el propio respeto que te tengas, inspirarás a los otros a respetarte.” 

Fiódor Dostoievski

La agresividad como energía necesaria para poner límites

Bien encauzada, la agresividad puede ser una herramienta muy útil para preservar nuestra integridad, destrabar relaciones estancadas o liberar emociones que, de otro modo, permanecerían ocultas.

Por ejemplo, puedo haberme expresado en voz alta y con gestos de desaprobación al decirle a mi madre que ya no me hable mal de mi padre.

Si reprimimos la determinación y la rabia por considerarlas emociones negativas, en lugar de permitirnos expresarlas adecuadamente, se pueden manifestar de forma excesiva, sin empatía ni compasión.

 

 

El límite nos acerca

Aprender a decir que no, nos permite mostrarnos honestamente ante los demás y fomentar relaciones más auténticas y satisfactorias. 

Al reconocer y respetar nuestros límites, no solo nos fortalecemos a nosotros mismos, sino que brindamos a los demás la oportunidad de hacer lo mismo

Establecer límites claros y respetuosos es la vía para generar un entorno en el que el amor propio y el respeto mutuo florezcan. 

Así que, la próxima vez que te encuentres ante la encrucijada de decir que no o ceder, recuerda que con cada acto de autorespeto estás trazando el camino hacia una vida más plena, auténtica y conectada.

 

 

Si quieres seguir profundizando sobre este tema, puedes acceder a este material en nuestro canal de Spotify y de Youtube:

 

En este podcast Enric Corbera habla sobre postergar las decisiones como una resistencia al cambio y miedo a lo desconocido.

 

 

En este video David Corbera realiza un acompañamiento partiendo de un motivo de consulta relacionado con la dificultad para tomar decisiones y poner límites.

 

 

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Diplomado en Bioneuroemoción®

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