“El universo existe porque previamente hay una Consciencia que quiere ver, observar su creación. […] La mera observación manifiesta lo observado, ambos están intrínsecamente unidos.” (Enric Corbera)
Según estudios realizados en el campo de la mecánica cuántica, la realidad que percibimos está condicionada por el efecto observador. Nuestra forma de ser y, más concretamente, nuestra conciencia –que determina la forma que tenemos de percibir el mundo-, ejerce una influencia directa en aquello que observamos. Sabiendo esto, podemos reconocernos en cada acontecimiento, ya que es un reflejo de nosotros mismos. Al identificar la forma en la que nos proyectamos en el mundo, las experiencias cotidianas se convierten en oportunidades para conocernos mejor. Cuando nos sabemos responsables de nuestra vida, tomamos las riendas de nuestro destino.
“El que mira afuera sueña, el que mira dentro despierta”. (Carl G. Jung)
La forma en la que percibimos el mundo está determinada por nuestra conciencia. Ésta a su vez se compone de creencias, tanto conscientes como inconscientes, que hemos heredado de nuestros ancestros. Repetimos pensamientos, sentimientos y emociones, que les sirvieron a ellos para adaptarse a su entorno, y que ahora configuran nuestra interacción con el mundo. De esta forma vivimos situaciones y sucesos parecidos a los que ellos vivieron, que nos reafirman en nuestra forma de pensar. Cambiar este condicionamiento implica comprender que aquello que sucede a nuestro alrededor es el reflejo de nuestra conciencia. A medida que nos cuestionemos nuestra forma de pensar y sentir, podremos cambiar también nuestras experiencias.
“La capacidad de percibir o pensar de manera diferente es más importante que el conocimiento adquirido”. (David Bohm)
A la hora de interpretar la realidad que vivimos, podemos cuestionarnos por qué atraemos a nuestra vida situaciones que conscientemente no son deseables. Hemos de tener en cuenta, que nuestra forma de proyectarnos en el mundo es mayoritariamente inconsciente; ya que es el que procesa la mayoría de la información proveniente de nuestros sentidos. Nuestro inconsciente no sólo gestiona los programas heredados de nuestros ancestros, sino también todo aquello que no reconocemos en nosotros mismos. A esto lo llamamos la sombra, término originario de la Psicología Analítica de Carl Gustav Jung. La sombra es lo opuesto al ego. Mientras que el ego es aquello que mostramos al mundo, porque creemos que está socialmente aceptado, la sombra es aquello de lo que nos avergonzamos. Todo lo que rechazamos sobre nuestra personalidad, porque no encaja en nuestro ideal, lo mandamos a la sombra, que luego es proyectada al mundo por nuestro inconsciente, para que tomemos conciencia de ella. Aceptar nuestra sombra significa integrar aquello que repudiamos en los demás, porque habla de nosotros mismos.
Según Carl Gustav Jung, hay dos formas de observar el mundo: una en la que la observación brinda únicamente información objetiva sobre lo observado, y otra en la que la observación genera una alteración emocional en el observador. Cuando aquello que observamos nos mueve emocionalmente se trata se una proyección. El observador consciente sabe que ésta es una maravillosa oportunidad para cambiar su vida, y que todo depende de una elección: reconocer que lo que vemos es un reflejo de lo que somos. Por lo que cualquier cambio debe comenzar en nuestro interior. Cuando estamos en coherencia y en contacto con nosotros mismos, el universo se abre a un abanico de múltiples posibilidades, donde nuestra próxima experiencia está esperando a nuestra siguiente elección.
De la misma forma en que nos proyectamos en nuestra realidad cotidiana, este mecanismo de proyección funciona también sobre nuestra percepción y la relación que mantenemos con las personas de nuestro entorno. Todo aquello que percibimos en los demás se basa en las creencias que residen en nuestra conciencia. Existen varias formas en las que nos proyectamos en nuestra vida, y sobre todo, en nuestras relaciones. Por un lado, los pensamientos que tenemos sobre lo que nos rodea, hacen que percibamos y atraigamos personas y situaciones que sean afines a esa forma de pensar. Al mismo tiempo, muchas de las características que asociamos a personas que nos parecen ajenas corresponden a aquello que no queremos o no podemos ver en nosotros. Mientras que las creencias que tenemos sobre nosotros mismos, implican la creación de una realidad, unas circunstancias de vida y unas relaciones determinadas que nos definan como la persona con la que nos identificamos. Desapegarnos de nuestros pensamientos y creencias es la clave para poder elegir libremente cómo vivir, sin tener la necesidad de repetir las experiencias y patrones que nos anclan a nuestro estado actual de ser, y que condicionan nuestra vida.
La mente cuántica nos permite disponer de un pensamiento abierto a una infinidad de posibilidades. Es un pensamiento que nos devuelve el protagonismo y que comprende que todo lo que nos rodea habla de nosotros. Hemos atraído a nuestras vidas aquello que nos sucede y debemos interpretarlo teniendo en cuenta siempre nuestras propias proyecciones, sabiendo que éstas proceden del inconsciente. Cuando cambiamos nuestra percepción, cambian las proyecciones inconscientes, y entonces podemos experimentar una nueva realidad.
© Enric Corbera Institute.
Solo tengo palabras de agradecimiento. Hoy encontre la pelicula documentada La Cabaña, realmente es inspiracional.Muchas Gracias!!! Les doy un fuerte abrazo!!!