Las trampas del ego: cómo superarlas para mejorar nuestra vida

03 marzo 2023

El ego es muy hábil, se alimenta de los problemas, del victimismo y de los juicios. Estas conductas la observamos cuando no nos responsabilizamos de nuestros actos ni de nuestros estados emocionales y echamos la culpa a alguien o a algo externo.

Por lo mismo, mientras busquemos culpables afuera, repetiremos las mismas historias, puesto que no podemos cambiar a los demás. Lo que sí podemos cambiar es nuestra forma de ver las cosas y comprender que nuestras experiencias tienen que ver con nosotros mismos.

En este artículo hablaremos de cómo podemos poner al ego a nuestro servicio, identificando algunos de los mecanismos que usamos de forma inconsciente para seguir viviendo como víctimas, y así recuperar las riendas de nuestra vida.

 

Qué es el ego y para qué sirve

Definición de ego

El término ego proviene del griego y significa “yo”. Hace referencia a una parte de la psique que engloba un conjunto de ideas, sentimientos y percepciones conscientes con las que nos identificamos. Sin embargo, la imagen que tenemos de nosotros mismos es muy limitada y puede condicionarnos.

Por lo tanto, es necesario que seamos conscientes de cómo se manifiesta el ego en nuestra vida. Estas limitaciones las podemos ver cuando creamos una identidad alrededor de la cual conformamos nuestro mundo. Por ejemplo:

Soy hombre, soy mujer, soy alto, soy profesor, soy padre, soy español, soy católico, etc. Y también características personales como: soy generosa, soy amable, soy tímido, soy impaciente, soy el que alegra las fiestas, etc.

 

 

A partir de esas distinciones creamos una imagen con la que nos identificamos. Creemos que somos eso y que no somos todo lo demás, esto hace que nos sintamos diferentes, especiales, separados los unos de los otros. Limitamos nuestra potencialidad a una identidad limitada y limitante.

 

“Si echamos un vistazo a la vida humana, vemos que es, esencialmente, una larga lucha elaborada para escapar de nuestros miedos internos y las expectativas que han sido proyectadas sobre el mundo.” 

David R. Hawkins

 

¿Para qué sirve el ego?

El ego no es ni bueno ni malo, es una herramienta necesaria, porque precisamos una identidad para funcionar en este mundo. El problema surge cuando nos aferrarnos a esa  identidad de manera inflexible y realmente creemos que “lo que somos» se limita a esa imagen.

De este modo, cedemos el poder de manejar nuestra vida a una parte de nosotros mismos, estructura en nuestros primeros años de vida, cuya función es protegernos y mantenernos a salvo, evitando que hagamos cambios para no perder el control.

El problema es que muchas veces las amenazas que percibe no son reales, sino proyecciones del pasado y nos impide desarrollar otras facetas de nuestra personalidad que nos permitirían adaptarnos mejor a nuestra situación actual.

El ego es la parte de nuestra mente que nos da argumentos para justificarnos y no hacer los cambios que necesitamos para sentirnos mejor.

 

 

El ego es una parte natural de la psicología humana

El ego es un aspecto importante de la naturaleza y de la estructura psicológica del ser humano. Lo necesitamos para conformar nuestra identidad y mantener nuestra autoestima.

Nuestro autoconcepto está directamente relacionado con nuestro ego. De todos modos, es preciso observar si la imagen que tenemos de nosotros mismos no está sobrevalorada ya que podemos caer en comportamientos egocéntricos y arrogantes.

Lo opuesto sucede cuando tenemos un autoconcepto infravalorado, es decir, cuando nuestra autoestima está dañada y no reconocemos nuestro verdadero valor. Esto puede suceder porque creemos que nuestra valía depende de algo externo a nosotros mismos.

Todos tenemos un ego. No es algo que se encuentre afuera, ni algo de lo que tengamos que deshacernos. De nosotros dependerá cómo lo usamos, si lo aprovechamos para nuestro crecimiento o nos valemos de sus artimañas para justificar nuestras acciones y no cambiar.

 

 

Cuáles son las trampas del ego

El ego utiliza varias artimañas o trucos y la única manera de sortearlos es reconocerlos y tomar acción.

 

1. La creencia en la separación

En muchas ocasiones no somos conscientes de que nos comparamos con los demás con la intención de sentirnos especiales y diferentes. Cuando actuamos para demostrar que somos mejores o peores que alguien, lo hacemos desde el ego.

 

“No necesitas ser mejor que nadie, solo necesitas ser mejor de lo que solías ser.” 

Wayne Dyer

 

Un claro ejemplo lo vemos en los deportes. Por ejemplo, cuando una persona que se define como aficionada de un club de fútbol hace todo tipo de cosas para diferenciarse de otros equipos. Se siente superior y rechaza enérgicamente a los rivales, está actuando desde el ego.

Así también nacen los bandos, los fanatismos religiosos, las nacionalidades, los partidismos, etc. El ego siempre busca que tengamos motivos para estar disgustados, sentirnos separados, víctimas y para creer que tenemos razón.

 

 

2. La culpabilidad y el victimismo

Cada vez que creemos que los demás son responsables de lo que nos sucede, entregamos las riendas de nuestra vida al ego y nos autoproclamamos víctimas. Nos justificamos y usamos todo nuestro conocimiento para seguir igual y no cambiar. Por ejemplo:

Una mujer cuenta lo demandante que es su jefe, quien cada vez le da más trabajo y eso la agota, pero es lo que tiene que aguantar para mantener su puesto. Esta percepción es del ego, ya que pone la responsabilidad en otra persona. Por lo tanto, se paraliza porque no se puede cambiar al jefe.

Nótese la diferencia de percepción desde la conciencia de unidad: una mujer cuenta que tiene un jefe al que no sabe ponerle límites, que ella acepta hacer el trabajo de los demás y no sabe el porqué actúa así.

La buena noticia es que, incluso cuando nos creemos víctimas de las circunstancias, es una elección que hacemos. Por lo tanto, tenemos la capacidad de volver a elegir y recuperar la riendas de nuestra vida.

 

3. Confundir el amor con el sacrificio

Existe un abismo entre lo que es el amor y el sacrificio. Una persona que se sacrifica, hace cosas que no quiere hacer. Mientras que el sacrificio busca manipular, el amor simplemente se brinda generoso, es abundante y se multiplica cada vez que se comparte.

Hay personas que solo se ocupan de dar a los demás y no se dan a sí mismas, por lo tanto son egoístas con ellas mismas. Usan el sacrificio como arma de manipulación para que los demás sientan lástima o hagan lo que ella quiere. Ej: ¿Con todo lo que hice por ti y me pagas así?

Una mente que sabe que no está separada de los demás, comprende que lo que ofrece al mundo se lo da a sí misma. De ahí surge el dicho, si no te gusta lo que la vida te brinda, observa ¿qué es lo que estás ofreciendo y con qué intención lo haces?.

 

 

El ego a nuestro servicio

El ego no es bueno ni malo, es necesario, pero hay que ponerlo a nuestro servicio. Y para ello debemos desarrollar nuestra gratitud hacia los demás, a todos, sin excluir a nadie. Porque un ego sano y bien estructurado no tiene que desaparecer, ni tampoco necesitamos luchar contra él. Al ser nuestra propia creación, podemos reconocerlo y hacerlo más flexible.

Es comprensible que, debido a experiencias dolorosas, pensemos que no podemos sentir gratitud por todos sino sólo por quienes apreciamos y amamos. Sin embargo, no nos damos cuenta que, a medida negamos la paz a otro y elegimos el resentimiento, por voluntad propia estamos renunciando a nuestra paz interior .

Esto no quiere decir que no nos enojemos, pero no justifiquemos lo que sentimos. Habrá experiencias que nos gusten y otras que nos disgusten, es lógico. Pero, si nos animamos a preguntamos para qué las vivimos, esa pregunta nos llevará a mirarnos a nosotros mismos, y a reconocer el modo en que nuestras decisiones contribuyen a que vivamos en incoherencia.

 

Conclusiones

El ego puede ser muy hábil, pero recuerda que no estamos a su merced ni a merced de las circunstancias, sino que lo que nos impacta tiene que ver con nuestra manera de percibirlo.

Somos la causa y los efectos los vemos en nuestra vida y en nuestras experiencias.

Todos tenemos un ego, pero debemos ser conscientes de que no somos el ego. Nosotros lo creamos, por lo tanto tenemos la capacidad de moldearlo para que contribuya a nuestro bienestar.

Es por eso que nada de lo que haces, piensas o deseas establece tu valía, tú ya vales por ti mismo/a.

 

¿Cómo sabemos que actuamos desde el ego?

Poner al ego en su lugar implica no permitir que esta parte limitada de mi psique decida por mí ¿Cómo sé cuando esto está sucediendo? Muy sencillo, cuando una situación me genera sufrimiento. El conflicto interno siempre surge al producirse un choque de creencias o actuamos con incoherencia, porque  mi ego se resiste a ver las cosas de otra manera.

Por eso, en Bioneuroemoción aplicamos la autoindagación para descubrir otra manera de ver las cosas, más allá de la visión reducida del ego. Pues este «personaje» que habita en nuestra mente filtra cada situación para que encaje con su forma de ver el mundo.

Cuando ponemos al ego en su lugar, sin rechazarlo, pero sin seguir sus dictados, accedemos a nuevas formas de ver que nos permiten expandir nuestra personalidad, sentirnos agradecidos y crecer a través de las dificultades.

 

 

Si quieres seguir profundizando sobre este tema, puedes acceder a este material en nuestro canal de Spotify y de Youtube:

 

En este podcast, Enric Corbera nos invita a reflexionar acerca de nuestras acciones y decisiones para salir del victimismo, de tal manera que no usemos los argumentos del ego para justificarnos.

 

En este video, David Corbera explica la importancia del proceso en nuestro desarrollo personal para potenciar nuestros dones. Reconocer esto incomoda a nuestro ego, porque le interesan más los resultados que lo aprendido.

 

 

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Diplomado en Bioneuroemoción®

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