¿Aún crees que el estrés necesariamente es perjudicial?
Si pensamos que es nocivo o peligroso tendemos a sufrirlo, agregándole una carga emocional que lo hace más difícil de sobrellevar. Y se vuelve crónico cuando creemos que no podemos salir de ese estado: nos sentimos atrapados en una situación.
En este artículo compartimos una mirada diferente sobre el estrés que nos permite usarlo a nuestro favor. Descubre cómo podemos transformarlo en un aliado para nuestro desarrollo y para alcanzar un mayor bienestar emocional.
El estrés es un conjunto de respuestas fisiológicas a un estímulo. Los tipos de estrés se basan comúnmente en las causas que lo generan: a veces es un impacto inesperado y otras veces es una situación de baja intensidad, pero de larga duración.
Por ejemplo, cuándo nos asustamos porque no encontramos el teléfono en el bolsillo. O cuándo la presencia de un jefe nos genera nerviosismo cada vez que se acerca a nuestro sector.
No obstante, lo que no solemos tener en cuenta es que lo que en realidad acentúa el estrés es creer que no se puede con él.
«El poder de las creencias radica en su capacidad para moldear nuestra realidad y determinar nuestra actitud hacia ella.»
Ralph Marston
Responder a algo que nos estresa implica acondicionar nuestro cuerpo para protegerlo de un potencial peligro. En ese sentido biológico, el estrés es necesario para vivir.
Imaginemos que estamos caminando por un bosque y aparece un oso, esto nos genera miedo y una reacción de huída: nuestros músculos se tensan, aumenta la frecuencia cardíaca y el cuerpo se adapta para poder correr. Inclusive podemos sentir ganas de ir al baño, pues inconscientemente queremos eliminar lo que no necesitamos para sentirnos livianos y huir en mejores condiciones.
Ahora bien, reemplacemos al oso por la presencia de cualquier persona, situación o relación que nos genera miedo. No sería conveniente que esta situación se sostenga en el tiempo, ya que viviríamos con el ritmo cardíaco alterado y contracturas musculares innecesarias.
El ser humano puede experimentar la respuesta de estrés sin necesidad de que el estímulo esté presente. Por ejemplo, imaginando cómo será la próxima reunión con el jefe o recordando una escena conflictiva del pasado.
Esto significa que es la idea interna de tensión, agobio o ansiedad que ponemos sobre la situación lo que determina la reacción y el efecto en nuestro cuerpo y en nuestras emociones. O sea, el nivel de estrés depende más de nosotros que del factor estresante.
«Entre el estímulo y la respuesta hay un espacio. En ese espacio tenemos el poder de elegir nuestra respuesta. En nuestra respuesta se encuentra nuestro crecimiento y nuestra libertad»
Viktor Frankl
Hay dos aspectos del estrés que nos permitirán verlo como algo positivo. Por una parte, que nuestras reacciones físicas son una alerta para desarrollar una preparación corporal que nos permita actuar y protegernos.
Por otra parte, si comprendemos que el estímulo que ha disparado mi estrés no está en lo que sucede, sino en cómo lo vemos podremos atravesar las situaciones de dificultad de manera más asertiva. Así, aunque la situación nos estresa, sabemos que existe una salida.
La diferencia radica en la manera de experimentar la situación y no la situación en sí.
Cuando estamos en una situación que no nos sentimos capaces de gestionar, lo primero que podemos hacer es disociarnos, observar el ambiente, y preguntarnos: ¿qué estoy percibiendo que me genera estrés? ¿qué hacen o dicen los demás que me molesta?
Creando esta distancia emocional empezamos a darnos cuenta que hay aspectos, sutiles quizás, que nos activan reacciones emocionales de las cuales no somos conscientes. Entonces podemos preguntarnos a dónde nos lleva esto.
Cada uno de nosotros tenemos nuestra manera particular de experimentar las emociones que nos estresan, pues ellas responden a las memorias inconscientes que heredamos de nuestro entorno familiar y de las creencias aprendidas.
Observar la emoción que nos invade a la hora de enfrentar circunstancias estresantes puede ser el vehículo para conectarnos con nuestro inconsciente y los condicionamientos adquiridos.
Por ejemplo: lo nerviosos que nos ponemos cuando nuestro jefe ingresa a la oficina puede relacionarse con que hemos vivido con temor la presencia de un padre controlador durante nuestra infancia.
Al comprender que nuestro padre también había sido criado así, que no supo expresarse de otro modo y, sobre todo, que hoy elegimos vivir de otra manera, podemos reducir el temor que nos genera la presencia de nuestro jefe.
Darnos cuenta dónde se asienta el estrés es clave para cambiar la forma de verlo.
Comprender esto es reconocer que el estrés no es la causa de nuestro malestar, sino un síntoma de algo que espera nuestra atención y resolución. Para poder tomar la decisión de vivirlo de otra manera, entender la raíz del conflicto es fundamental.
Probablemente repetiremos la situación de dificultad, pero no nos va a superar, sino que la viviremos con un nivel de estrés menor y, por tanto, con más tranquilidad y claridad mental. Esto nos permitirá encontrar nuevas soluciones al conflicto.
Mediante la autoindagación sobre el origen de lo que nos provoca estrés, podemos cambiar nuestra percepción sobre lo que nos estresa e ir logrando, ahí sí, un cambio en nuestra conducta.
Las reacciones físicas pueden ser las mismas, pero la forma de vivirlas cambia enormemente.
«Cuando cambias la forma en que piensas, cambias la química en tu cerebro, y cuando cambias la química en tu cerebro, cambias tu vida»
Joe Dispenza
Detrás de cada estrés que vivimos hay solo un responsable: nosotros mismos, al realizar esta inversión de pensamiento dejaremos de atribuirle responsabilidad a factores externos. Al reconocer que somos nosotros los que “nos dejamos estresar”, podemos decidir seguir siendo víctimas del estrés o no.
Entonces, siguiendo con el ejemplo, el aprendizaje que nos dejó ese padre controlador se puede convertir en una experiencia transformadora porque gracias a haberlo vivido, hoy podemos manejar de otro modo nuestro estrés.
«La mejor arma contra el estrés es nuestra habilidad para elegir un pensamiento sobre el otro»
William James
Vivir sin estrés es una utopía. El reto que nos ofrece es utilizarlo como «combustible» para hacernos cargo de nuestras emociones y lo que las generan.
Al observar las tendencias de nuestra conducta, cómo nos expresamos y qué reprimimos, podemos bucear en lo que provoca este comportamiento. Así, cada situación estresante, sea aguda o crónica, puede convertirse en un trampolín al autoconocimiento y a un mayor bienestar emocional.
Al reconocerlo, en vez de ser sus víctimas, podemos darle un nuevo significado y convertirlo en nuestro aliado.
Reinterpretando el estrés podemos encontrar en él una oportunidad de cambiar la percepción sobre lo que antes nos estresaba y andar más livianos por la vida.
Si quieres seguir profundizando sobre este tema, puedes acceder a este material en nuestro canal de Spotify y de Youtube:
En esta conferencia, Enric Corbera nos muestra, a partir de ejemplos y casos prácticos, cómo podemos usar cada situación de estrés como una invitación a crecer y desarrollar nuestra conciencia.
En este video, David Corbera nos presenta, a través de un acompañamiento en Bioneuroemoción, cómo se puede encontrar la raíz del problema de una situación de estrés.
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Gracias por esta información sobre el estres. Ahora comprendo la raiz de donde yo genero estres al mirarme en situaciones de parejas