Somos adultos y seguimos obedeciendo a nuestros padres

21 noviembre 2016

El poder de las creencias, valores y prejuicios de nuestro clan condiciona nuestras vidas hasta el punto que una vez alcanzada la edad adulta seguimos obedeciendo inconscientemente aquello que una vez aprendimos. Y lo seguimos haciendo porque en su día, desde el punto de vista biológico, lo interpretamos como lo que había que hacer para vivir, para sobrevivir.

La Dra. Lorna Smith Benjamin es profesora asociada de Psicología en la Universidad de Utah y es reconocida internacionalmente como psicoterapeuta por el estudio de los trastornos de la personalidad desde una perspectiva relacional. Su método llamado Terapia Reconstructiva Interpersonal (TRI) tiene en cuenta nociones de biología natural y dinámicas interpersonales para explicar los mecanismos de gestación psicopatológica. Asegura que el trastorno mental “se trata de corazones rotos, no de cerebros rotos”.

Somos seres adaptativos. Como cualquier otro animal aprendemos de nuestros padres a distinguir lo que es la zona de seguridad y lo que es una amenaza.

En nuestra infancia aprendemos la respuesta adecuada para la supervivencia. “De niños copiamos los mensajes que recibimos de nuestros padres sobre la seguridad y la amenaza. Si se le repite enfadado a un niño: “Nunca haces nada bien”, el niño se dirá a sí mismo: “Nunca hago nada bien”, y esperará que los que le quieren se enfaden con él”.

Ser adaptativo es “hacer lo que hacen” los que nos enseñan a vivir. Igual que cualquier otro animal, los humanos copiamos a nuestros padres o a las personas que nos cuidan de pequeños porque así aprendemos a vivir y lo hacemos sin juzgar. Igual que cualquier otra cría vamos absorbiendo la información necesaria para sobrevivir. Y “los padres copian lo que les han hecho a ellos, es una cadena interminable”.

El método de la Dra. Smith Benjamin trata de revertir el aprendizaje: “intento reorganizar los sistemas de amenaza y seguridad, reconstruir las bases dándoles mensajes y experiencias al cerebro primitivo. Porque, además, cuando una persona reproduce un comportamiento aprendido en casa, tiene la sensación de que eso está bien”. Y, en referencia clara a la epigenética, asegura que “hoy sabemos que el entorno próximo y temprano de la persona cambia su genoma”.

Los sentimientos son el canal para nuestra adaptación.

Esta adaptación se gestiona a partir de dos cerebros que siguen reglas distintas: “El cerebro primitivo está conectado al sistema simpático que nos hace reaccionar a la amenaza, y al parasimpático, que se ocupa de la seguridad. Ambos involuntarios”. De pequeños interpretamos las respuestas de adaptación que se dan en el entorno en el que vivimos como “soluciones” a las situaciones de estrés que vivimos y “los patrones de la infancia son los patrones de la adultez”.

Para La Dra. Smith Benjamin “somos robóticos, somos estúpidos” porque “no proporcionamos condiciones naturales para el desarrollo. Afirma que es imprescindible “crecer con una base segura, con interdependencia e independencia” y de esta manera podremos “aprender a dar y recibir, vivir en paz”.

En Bioneuroemoción® sugerimos que si no tomamos conciencia de los programas heredados de nuestros ancestros, seguiremos utilizando los mismos mecanismos de supervivencia que ellos. Y seguiremos obedeciendo aquello que aprendimos de pequeños. Poner atención a nuestros sentimientos y a nuestras emociones es el primer paso para encontrar las creencias heredadas que limitan nuestro desarrollo. La toma de conciencia permite comprender la información de nuestro clan y trascenderla, es decir, comprender que lo que nos sucede no es casual, que tiene relación directa con la información de nuestro árbol.

“Llevamos programas heredados de nuestros ancestros que nos vuelven más sensibles a situaciones cotidianas, y ello hace que vivamos experiencias muy exageradas, cuando, en realidad, no tendrían por qué ser así. La emoción es el principal vehículo de anclaje o grabación del acontecimiento, sin ella el inconsciente no reacciona. El inconsciente nos hace repetir una y otra vez situaciones, sean estas felices o enfermizas. Muchas veces, lo hace de una forma compulsiva y, sobre todo, irracional”.
Enric Corbera, Visión Cuántica del Transgeneracional.

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