«Honrar a tu padre y a tu madre»: ¿Cómo nos influye este mandato?

08 febrero 2023

A lo largo de la historia y en diversas culturas, se ha considerado a los padres como las figuras de mayor sabiduría e importancia, y se ha promovido el respeto y la lealtad hacia ellos. 

Cada uno de nosotros, a partir de nuestra experiencia y creencias, le otorgamos un significado diferente al mandato familiar y social de “honrar a los padres’‘.

Cuando no conocemos el auténtico significado de esta idea, la relación con nuestros padres puede convertirse en un obstáculo para nuestro crecimiento personal y bienestar emocional. Comprender en qué consiste realmente, nos permite reconciliarnos con ellos y recuperar las riendas de nuestra vida.

 

En este podcast, Enric Corbera nos habla de cómo estamos condicionados por mandatos inconscientes. Tomar conciencia de estas lealtades hacia nuestro entorno familiar nos permite gestionar nuestras herencias emocionales para llegar a ser personas más libres y genuinas.

 

Los conflictos que experimentamos con la familia son necesarios para nuestra evolución y la del sistema. En este vídeo, Enric Corbera explica que no hay que evitarlos sino saber gestionarlos de tal manera que cada encuentro nos permita crecer y mejorar la calidad de nuestras relaciones.

 

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¿Qué significa el mandato “Honra a tu padre y a tu madre”?

La palabra honrar se deriva del latín honorare u honoris y significa respetar, dar honor o celebridad, enaltecer o premiar el mérito de alguien. La interpretación de esas palabras es diferente para cada persona, ya que está influenciada por nuestras creencias y las enseñanzas que nos han inculcado.

Por ejemplo, en el ámbito de la religión, el significado que se atribuye a honrar al padre y a la madre implica alabación y estima mediante el respeto, la obediencia, la admiración y la retribución. 

Una interpretación poco flexible, puede influirnos de manera limitante, impidiéndonos madurar emocionalmente y asumir las riendas de nuestra vida. 

 

Las creencias determinan nuestras experiencias 

En el núcleo familiar tenemos nuestro primer contacto con la visión del mundo y de nosotros mismos. Es lógico que esta manera de percibir y percibirnos esté fuertemente influenciada por las ideas y la forma de vida de nuestros padres y quienes nos rodean.

 

Las lealtades invisibles

Durante los primeros años de vida tenemos la necesidad de recibir cuidados para sobrevivir, y es durante esa etapa que creamos vínculos de apego con nuestros padres o cuidadores.

A medida que vamos creciendo integramos estas figuras como nuestros modelos de referencia, asumiendo como nuestras la ideología, valores, costumbres y creencias de la familia.

Al hacernos adultos, la necesidad de cuidado se transforma en necesidad de aceptación y pertenencia. De esta forma, a través de nuestras creencias nos mantenemos leales a nuestro sistema.

 

“No somos lo que deseamos ser. Somos lo que la sociedad exige. Somos lo que nuestros padres eligieron. No queremos decepcionar a nadie, sentimos una gran necesidad de ser amados. Por eso reprimimos lo mejor de nosotros mismos. 

Poco a poco, lo que era la luz de nuestros sueños se convierte en el monstruo de nuestras pesadillas. Son los deseos no realizados, las posibilidades no vividas.”

Paulo Coelho

 

Sentimiento de deuda hacia los padres

En cada sistema familiar existe una especie de “contrato invisible” que pretende unir a la familia bajo reglas implícitas que todos los miembros asumen, consciente o inconscientemente. De esta forma, desarrollamos un sentimiento de fidelidad y compromiso que nos mantiene vinculados a la información de nuestro sistema.

En este sentido, se nos ha transmitido una idea de deuda, compromiso o lealtad inquebrantable hacia ellos. 

Si, a nivel inconsciente, tenemos este sentimiento,no podremos realizarnos en lo individual. Manteniendo la “lealtad” a los nuestros vamos dejando de lado las propias necesidades y prioridades, impidiendonos así evolucionar y madurar emocionalmente.

 

Por otra parte, en la otra polaridad, es posible que al tomar decisiones diferentes a las del clan y trazar un camino propio en la vida, aparezca un sentimiento de culpa. Este se sustenta en la creencia de que, al hacerlo, rompemos el mandato de “Honrar a tu padre y a tu madre”. 

 

El rol de los hijos en relación a los padres

La figura de los padres es fundamental en nuestra vida porque son los encargados de  brindarnos protección, afecto, estructura, guía y apoyo a lo largo de nuestro desarrollo. Sin embargo, no son perfectos y lo más habitual es que no se ajusten a nuestras expectativas

Ellos nos han educado en base a sus propios aprendizajes, creencias y condicionamientos, adquiridos a su vez en su ambiente familiar de la infancia. Así, muchos padres no nos muestran su amor como esperábamos. Pueden haber sido demasiado autoritarios, ausentes, sobreprotectores, abusivos, etc. 

Ser adultos emocionales implica dejar de juzgarlos y asumir la responsabilidad de nuestra vida, permitiendo que el juicio de paso a la comprensión.

 

“La compasión por nuestros padres es el verdadero signo de la madurez.”

Anaïs Nin

 

Si no damos este paso y nos emancipamos emocionalmente, el resentimiento hacia ellos puede generar un choque interno con la idea impuesta, consciente o inconscientemente, de que tenemos que honrarlos para ser “buenos hijos”.  

 

Ser “buenos hijos” nos impide madurar emocionalmente

Algunas personas, cuando llegan a la edad adulta,  siguen pensando que ser un “buen hijo/a” es hacer lo que sus padres quieren y ser lo que ellos esperan para no disgustarlos.

Sin embargo, esforzarnos por encajar con lo que se espera de nosotros nos impide evolucionar y madurar emocionalmente. A tal punto de que no nos permite vivir nuestra vida. 

Por tanto, el verdadero significado de ser buenos hijos y honrar a los padres es tomar las riendas de nuestra vida, para dejar de cargar sobre sus hombros la responsabilidad de nuestro bienestar

 

Alcanzar la madurez emocional

Sería ideal que todos los padres quisieran a sus hijos como ellos lo requieren, pero no siempre es así. 

Cuando las personas adultas siguen culpando a sus padres por sus inseguridades, carencias y frustraciones, los están utilizando como excusa para no responsabilizarse de su propia vida. Es decir, se mantienen en una inmadurez emocional que les impide evolucionar.

Además, se ajusten o no a lo que esperan de ellas sus progenitores, les están negando su amor porque no las quisieron como deseaban. No están siendo conscientes de que sus padres también han tenido una historia y han actuado lo mejor que han sabido.

 

“Una persona solo puede encontrar la felicidad estando en paz con ambos padres.”

Bert Hellinger

Emanciparse emocionalmente de los padres es necesario para honrarlos

La madurez no se alcanza con los años, sino que se produce cuando nos emancipamos emocionalmente de nuestros padres.

Este proceso implica aceptarlos y comprenderlos. Dejar de esperar que cambien, que nos acepten, nos apoyen o nos quieran; y llevar a cabo todo eso por nosotros mismos.

Si cuestionamos la manera en que hemos interpretado nuestra historia y comprendemos de donde venimos, podemos aceptar, valorar y agradecer lo que nos han dado.

«Hay una fecha de caducidad para culpar a tus padres por conducirte en dirección equivocada; en el momento que tienes edad suficiente para tomar el timón, la responsabilidad es tuya». 

JK Rowling

 

Al comprender y perdonar los errores de nuestros padres nos liberamos y podemos verlos con gratitud. Sentirnos agradecidos es un indicador de que hemos alcanzado la madurez emocional. Es lo que nos permite honrar a los padres de una manera beneficiosa para todos.

 

Reconocer y aceptar el regalo de nuestros padres 

Estar en guerra con nuestros padres nos impide estar en paz con nosotros mismos. Cuando pensamos que ellos no nos quieren, no han hecho bien las cosas, nos han arruinado la vida con sus decisiones, o cualquier otra opción que venga desde la crítica y el juicio, estamos condicionando, sin saberlo, nuestra propia vida.

Ya que al criticar a otras personas, en especial a nuestros padres, estamos juzgando y rechazando partes de nosotros mismos, que no podemos o no queremos ver.

 

La proyección en los padres: del juicio a la gratitud 

Nuestro mayor recurso está en aquello que juzgamos en los demás. Por lo tanto, te invitamos a reconocer como propias, esas cualidades que ves y juzgas – como “positivas” o “negativas” – en tus padres. Son un regalo que tan pronto como aceptes e integres en ti, te permitirán ser una versión más completa y libre de ti mismo/a

Una forma de descubrir recursos personales es a través de la proyección, en este caso de nuestros padres. Una vez que conseguimos integrar en nosotros lo que vemos en ellos, podremos pasar del juicio a la gratitud. 

Así, estamos honrando lo que han sido, lo que nos han ofrecido y, especialmente, la vida que nos han dado.

 

Cambio personal y equilibrio en el sistema familiar

En el ámbito de la química, se denomina homeostasis a la tendencia de un sistema a mantener su unidad, identidad y equilibrio frente al medio.

Al igual que sucede en la química, en la familia cada integrante cumple con una función determinada que ayuda al equilibrio del sistema. Por tanto, el cambio que ocurre en uno de los miembros de la familia, influye a los demás.

Cuando uno trasciende su rol y se permite experimentar otras posibilidades, el sistema se desestabiliza y trata de encontrar un punto de equilibrio distinto. 

Este reajuste, lejos de ser perjudicial, desestabiliza estructuras obsoletas y facilita el cambio en los otros integrantes del clan para llegar a un nuevo equilibrio.  

De la culpa a la responsabilidad: el camino de la conciencia

Si no estamos satisfechos con alguna faceta de nuestra vida, culpar a los padres es una gran excusa para no cambiar.

Sin embargo,  echar la vista atrás sin juicio y con una mirada compasiva, nos permite tomar conciencia y recibir los aprendizajes que nos ofrecen. Aceptar estos regalos nos permite construirnos como adultos, desde la responsabilidad y el agradecimiento.

Por tanto, honrar a tu padre y a tu madre no es obedecerlos ciegamente, sino experimentar la libertad que ellos no tuvieron o no se permitieron. Amar y aceptar tu historia con todos sus elementos, es una forma de amarte y aceptarte a ti mismo, a ti misma.

 

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