Estoy entre papá y mamá: cómo afrontar los efectos de la triangulación

30 agosto 2025

¿Alguna vez escuchaste frases como “dile a tu madre que me escuche” o “habla con tu padre porque a ti sí te hace caso”? ¿Qué siente un niño cuando se convierte en el puente de una relación que no logra sostenerse sola? ¿Qué huellas deja el crecer en la triangulación, donde las emociones de los adultos circulan a través del hijo como si fuera un cable conductor?

Muchos hijos han aprendido a ser mediadores silenciosos, los encargados de que el sistema familiar siga funcionando, aun a costa de su propia libertad emocional. Pero, ¿qué ocurre con esos niños cuando llegan a la adultez?

 

Qué es la triangulación

Hay experiencias en la infancia que marcan silenciosamente el rumbo de nuestra vida adulta. Una de ellas es la triangulación: una dinámica disfuncional en la que un hijo se ve atrapado en medio de los conflictos entre sus padres.

Cuando los adultos no saben gestionar sus diferencias directamente, pueden buscar en los hijos una especie de aliado. Así, uno de los progenitores –o incluso ambos– convierte al niño en intermediario, confidente o cómplice frente al otro.

 

Lo que debería ser un espacio de seguridad, es un campo de batalla emocional

El hijo se ve obligado a posicionarse, a llevar mensajes, a ser el puente de una relación que no le pertenece. Esto genera una tensión difícil de sostener

El niño recibe mensajes contradictorios, vive con la angustia de tener que elegir bando, experimenta una sensación de lealtades divididas.

Y, sobre todo, crece con la confusión de no saber dónde está su lugar.

 

 

Los hijos somos espejo

Más allá de estas dinámicas, conviene recordar que somos el fruto de la relación entre dos personas, también somos un reflejo de aspectos que nuestros padres no siempre pueden ver en sí mismos.

Así, en nosotros se manifiestan tanto los recursos más luminosos como las heridas no resueltas de papá y mamá.

 

Una oportunidad como hijos y padres

Desde esta perspectiva, cada hijo se convierte en una oportunidad de aprendizaje para los padres. Lo podemos revisar en nosotros mismos: somos hijos que ocupamos o podemos ocupar roles de padre/madre.

A través de la relación con nuestros hijos, los adultos podemos reconocer nuestras propias limitaciones, carencias y temores, y transformarlos en un camino de crecimiento.

Cuando olvidamos esta premisa y, en cambio, les trasladamos el peso de nuestros conflictos de pareja, la relación con ellos se distorsiona y se contamina.

 

«Si existiera algo que quisiéramos cambiar en nuestros hijos, en primer lugar, deberíamos revisarlo y ver si es algo que debemos cambiar en nosotros.»

Carl Gustav Jung

 

Cuando los hijos cargan con lo que no les corresponde

La triangulación es una de las dinámicas más tóxicas dentro del sistema familiar. El niño, en lugar de vivir su infancia con libertad, se convierte en receptor de las sombras que los padres no se atreven a mirar ni a expresar entre ellos.

Un ejemplo común es el del padre que, incapaz de expresar su enojo con su esposa, descarga su agresividad sobre el hijo. O cuando la madre muestra una dureza que oculta su incapacidad de confrontar a su esposo.

El niño se convierte en chivo expiatorio del resentimiento acumulado en la pareja.

 

Sacar al hijo del lugar que le corresponde

Otro caso frecuente de triangulación ocurre cuando uno de los progenitores idealiza al hijo y lo convierte en su “confidente” o en su pareja simbólica.

Por ejemplo, cuando una madre toma como cómplice a su hijo.

De este modo desplaza al padre, lanzando un mensaje implícito: “tú me das lo que tu padre no me da”. Lo mismo puede suceder en sentido inverso, cuando un padre deposita en su hija el rol de pareja sustitutiva.

En todos los casos, los hijos se convierten en el canal de un conflicto no resuelto entre adultos que no logran asumir sus responsabilidades emocionales.

 

 

Huellas de la triangulación en la vida adulta

Las consecuencias de este triángulo no se quedan en la infancia. Muchos adultos que vivieron esta dinámica repiten, sin darse cuenta, patrones de dependencia emocional, relaciones basadas en la complacencia o dificultades para poner límites claros.

Algunas de las conductas más frecuentes son:

  • Conflicto de lealtades

La persona adulta revive constantemente la tensión de elegir entre uno y otro. Esto se traduce en inseguridad, miedo al rechazo y un sentimiento de culpa persistente al tomar decisiones.

  • Estados emocionales inestables

La ansiedad, la baja autoestima y la confusión suelen ser compañeras habituales. Aparecen defensas como la disociación (desconectarse de lo que se siente) o, en el extremo opuesto, conductas impulsivas y desafiantes.

  • Problemas de autonomía

Cuesta poner límites, diferenciar las propias necesidades de las de los demás y construir una identidad sólida. La persona puede sentirse constantemente atrapada en lo que “debería hacer” para no defraudar a nadie.

  • Relaciones disfuncionales

El miedo a la intimidad emocional, la necesidad de control o la excesiva complacencia son formas en que se manifiesta la herida de la triangulación. Así, se repiten vínculos desequilibrados donde la persona revive, de manera inconsciente, el mismo patrón que sufrió de niño.

 

Cómo mis hijos pagan el precio de la triangulación

Si no sanamos estas dinámicas que traemos de nuestra propia infancia, nuestros hijos son siempre las víctimas invisibles. Pagan el precio de la falta de madurez emocional de sus padres.

Se ven atrapados en un lugar que no eligieron y cargan con un peso que no les corresponde.

 

Tomar conciencia de la herencia emocional que estoy trasladando a mi hijo

Para enfrentar la triangulación que estoy repitiendo, resulta esencial que, como adulto, revise mi relación con mi hijo y me pregunte:

  • ¿Lo estoy idealizando, ubicándolo como sustituto de lo que no encuentro en mi pareja?
  • ¿Le pido que tome partido en mis diferencias con el otro progenitor?
  • ¿Estoy descargando en él emociones que en realidad pertenecen a mi relación de pareja?

Cuando no hay autenticidad entre los padres, cuando no existe la capacidad de gestionar los desacuerdos directamente, los hijos quedan atrapados en un papel que les roba libertad y espontaneidad.

 

 

La posibilidad de un vínculo sano

Una relación de pareja auténtica y consciente es la mejor herencia emocional que los padres pueden dar a sus hijos. Cuando los adultos son capaces de mirarse, hablarse y resolver sus conflictos sin intermediarios, liberan a los hijos de una carga que no les pertenece.

Los niños que crecen en un entorno así pueden salir de casa y regresar libremente, con el deseo genuino de compartir, sin sentir la obligación de ser el pegamento que sostiene la relación de los adultos.

 

Un camino de liberación

La buena noticia es que las dinámicas de triangulación pueden transformarse. Reconocer la herida es el primer paso. Comprender que lo que vivimos de niños no fue nuestra culpa, que asumimos un rol que no nos correspondía, y que hoy podemos elegir relaciones distintas.

Sanar implica mirar de frente la historia familiar, pero también asumir la responsabilidad presente: dejar de repetir lo aprendido y abrirnos a la posibilidad de construir vínculos más sanos.

Cuando los adultos nos atrevemos a tomar consciencia de cómo funcionamos en el pasado y a revisar nuestras relaciones actuales, no solo nos liberamos a nosotros mismos, también liberamos a las generaciones futuras.

Porque un hijo al que se le permite ser hijo podrá convertirse en un adulto libre.

 

 

Si quieres seguir profundizando sobre este tema, puedes acceder a este material en nuestro canal de Spotify y de YouTube:

 

En este episodio de Destellos de Sabiduría, se aborda el apego seguro, la importancia de la presencia emocional, los diagnósticos como etiquetas, el poder de pedir perdón, y cómo muchas veces el mayor acto de amor es dejarse guiar por el corazón de tu hijo.

 

Enric Corbera comparte algunas claves para una crianza orientada a la felicidad, explicando los errores más frecuentes que cometemos y cómo la autoconciencia emocional nos ayuda a educar a nuestros hijos de una manera más equilibrada y beneficiosa.

 

 

Si quieres conocer más acerca del método de la Bioneuroemoción y cómo aplicarlo en tu vida para aumentar tu bienestar emocional, síguenos en nuestras redes sociales: YouTube, Instagram, Facebook, X y LinkedIn.

 

Comparte en los comentarios si te ha resultado interesante este artículo y compártelo con quien creas que le puede resultar útil esta información. ¡Gracias por tu interés!

Si te ha gustado, compártelo

Pareja Consciente: Atrae y Construye una relación con éxito

Escribe tu comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

© 2021 Enric Corbera Institute.