A lo largo de las diferentes etapas de nuestra vida desarrollamos vínculos afectivos libres y espontáneos con personas que, en general, no pertenecen a nuestro ámbito familiar o laboral, los amigos/as. Estas relaciones de amistad generan lazos de gran valor emocional.
De hecho, diversos estudios científicos han demostrado que las personas que conectan más a nivel social y cultivan relaciones cercanas de calidad se autoperciben más felices, tienen mejor salud física y mental. Además, viven más tiempo.
¿Cuáles son las claves para tener relaciones de amistad saludables?
En este artículo veremos cómo los vínculos con nuestros amigos son reflejo del trato que tenemos con nosotros mismos y abordaremos algunas recomendaciones para desarrollar amistades que enriquezcan nuestra vida.
La amistad es un vínculo de reciprocidad basado en un afecto genuino que se expresa con confianza y libertad. Los amigos verdaderos se interesan mutuamente por su bienestar y se acompañan en las dificultades.
Es importante ser un buen amigo para poder desarrollar buenas amistades, pero no abunda la educación emocional en ese sentido. Por eso puede resultar desafiante reflexionar sobre el tipo de amigo/a que somos y sobre la manera en que construimos en nuestro interior las condiciones para ofrecer calidad en esta peculiar relación.
«Quien encuentra un amigo, encuentra un tesoro»
Eclesiástico 6:14
Estamos acostumbrados a fijar nuestra atención en lo que nos rodea más que en nosotros mismos. Señalamos más fácilmente aquello que esperamos recibir de los demás en vez de preguntarnos qué tipo de persona estamos dispuestos a ser en nuestras relaciones interpersonales.
Para afrontar este hábito es preciso desarrollar la autoconciencia, esa capacidad de conocer nuestros patrones de funcionamiento. Es que, solo mejorando la relación con nosotros mismos podremos relacionarnos con los demás de una manera óptima y, de esta manera, mejorar nuestras relaciones interpersonales.
El porqué elegimos determinadas relaciones de amistad en lugar de otras no es, en general, una elección consciente. Sin embargo, como en todas nuestras relaciones, también en este ámbito nos vinculamos con aquellas personas que resuenan con nosotros.
El principio de la proyección desarrollado por la psicología indica que proyectamos en el otro características que son propias, pero de las cuales no somos conscientes. Sí las podemos reconocer en los demás es porque forman parte de nosotros, aunque la única manera en que la podemos ver es a través de ellos.
En tal sentido, no vemos las cosas como son, sino que siempre las estamos interpretando y, por eso, también tenemos un preconcepto de cómo deben ser las relaciones. Todo aquello que percibimos en los demás se basa en las creencias que residen en nuestra conciencia.
Atraemos a nuestro círculo de amigos gente muy parecida a nosotros o, justamente, mucho más diferente, creándose una complementariedad.
Por ejemplo, cuando una persona que desempeña en su vida el rol de cuidador se hace amiga de personas desatendidas (que muestran la polaridad complementaria a la suya), o bien, con personas que también tienen la tendencia de cuidar de los demás (mostrando la misma polaridad).
Por lo que observamos, si es a través de los vínculos que repetimos o reparamos aspectos de nuestra historia, nuestros amigos pueden ser grandes maestros. Ellos nos permiten ver nuestra información inconsciente, lo que nos puede impulsar a trascenderla.
Ahora bien ¿cómo podemos cultivar relaciones significativas de manera consciente?
«Un amigo es un regalo que uno mismo se da»
El tipo de amistades que tenemos hablará de nosotros mismos. No se trata de que sean relaciones perfectas, sino de que formemos vínculos sólidos, que nos nutran y nos impulsen a conocernos y dar lo mejor de nosotros.
Aquí enumeramos algunos factores que pueden ayudarnos a transformar nuestras amistades en relaciones de calidad.
Esto significa generar ámbitos donde cada uno puede permitirse expresarse como realmente se siente, sin disfraces y sin temor a ser juzgado. La espontaneidad sin estridencias y la libertad deben ser la regla.
Es el silencio de una mirada el que alcanzan para confirmar ese espacio de bienestar.
Ofrecer al amigo la verdadera versión de uno mismo, sin esforzarse para ser de cierta manera con el fin de satisfacerlo. Si uno no se muestra tal como es, tampoco se le está dando al otro la oportunidad de que sea auténtico y se generan relaciones superficiales y vacías.
Cuando no nos relacionamos desde lo que realmente somos, en realidad seguimos solos.
Si tú te conoces a ti mismo lo suficiente como para no sentir miedo de mostrarte tal como eres, tu amigo/a te podrá aceptar porque tú te has aceptado primero. Cuanto más inseguro te sientas, más se expresa esto en tu entorno.
Por eso el viaje siempre es hacia adentro para luego ir hacia afuera.
La autenticidad guarda otro desafío, implica que cada uno muestre partes de sí mismo que el otro no había conocido, con lo cual la relación puede cambiar. Será la oportunidad de que el tipo de lazo que los une evolucione.
«No puede haber amistad donde no hay libertad»
Una de las claves para mantener relaciones de amistad a largo plazo es comprender los estados del otro y sus circunstancias, deseándole siempre lo mejor. Pero para que esta sea una actitud sincera y profunda, debe basarse en la experiencia de comprendernos y perdonarnos a nosotros mismos.
Este cambio de percepción también implica no tomar nada personal porque no sabemos el proceso interno en el que se encuentra nuestro amigo/a. Él solo espera nuestro respeto y acompañamiento, y muchas veces en silencio.
Cuántas veces nos habrá pasado necesitar posponer la respuesta de un WhatsApp o silenciar un grupo de amigos porque solo necesitábamos una pausa. Esto no tenía que ver con ellos sino con lo que estábamos transitando en nuestro interior.
«Algunas veces ser un amigo significa ser maestros en el arte del tiempo. Hay un momento para el silencio. Un momento para dejar ir y permitirles a las personas que hagan lo que quieran con su destino. Y un momento para levantarse a recoger los pedazos cuando todo pase.»
Henry Ford
Hacernos responsables de nuestra propia felicidad y no ponerla en el otro. Es trabajar en uno mismo y reconocer el valor propio, sin esperar que nuestros amigos/as sean los que confirmen nuestra autoestima.
Esto también significa mantener estas relaciones porque queremos y no porque las necesitamos, ya que esto daría lugar a una dinámica tóxica que genera dependencia. Darle demasiada importancia a lo que dicen los demás y buscar su conformidad suele enmascarar una comparación negativa, cuya otra cara son la envidia y los celos.
Además, esperar aprobación para reafirmar la propia valía quita libertad a que el otro nos quiera como puede o como lo siente. Y, paradójicamente, nos puede llevar a la soledad.
Es importante alcanzar un equilibrio entre el dar y el recibir, entre el hablar y el escuchar, entre el estar y el dar espacio. Esto permite que cada uno pueda encontrarse consigo mismo.
Si bien en una amistad damos de manera desinteresada, es necesario cuidar que esa energía fluya dentro de la relación y se transforme para regresar a nosotros de distintas maneras. Del mismo modo, es necesario saber poner límites porque si la relación pierde balance se vuelve tóxica para alguna de las partes.
Es frecuente ver a una persona verborrágica monopolizando las reuniones de amigos, sin dejar espacio para que otros puedan hablar. O levantael volumen de modo que no puedan haber más conversaciones personales entre los presentes.
Es necesario escuchar y ser escuchado aplicando la escucha activa y la empatía para crear buenas relaciones de amistad.
Aunque nos consideremos grandes amigos, no somos nadie para meternos en la vida de los demás y juzgarlos. Si amamos al otro, aceptaremos su proceso sin intromisión.
La conciencia de unidad remarca que en el otro siempre estamos encontrándonos a nosotros mismos, por lo que el respeto que tengamos hacia nosotros es el que se reflejará en los juicios que hacemos a los demás.
Si un/a amigo/a nos pide su ayuda podremos dar el paso de ofrecerlo desde el respeto y cariño que tenemos hacia nuestro propio camino interno, lleno de altibajos y aprendizajes.
Se trata de aceptar al otro como es –o como percibimos que es-, sin pretender cambiarlo, ya que a la única persona que tenemos derecho y la obligación de cambiar es a nosotros mismos. Si no nos permitimos cometer errores, nos culpabilizamos y no nos comprendemos, haremos lo mismo con los demás.
Con los amigos a veces somos manipuladores sutiles, les aconsejamos sin permiso, les sugerimos cierta forma de actuar, les pedimos información íntima innecesaria, los tratamos con palabras hirientes en nombre de una supuesta sinceridad. Ello esconde la pretensión de que sean de otro modo y, además, que nos comparamos con ellos.
Juzgar a otro, opinar y criticar son reacciones tan típicas del ego e impiden reconocer que cada uno tiene su camino, sus tiempos, sus fracasos y sus aprendizajes.
Las relaciones de calidad nos hacen sentir plenos y satisfechos, en ellas nos sentimos seguros y confiados de ser nosotros mismos y de estar rodeados de personas que nos aprecian. Conseguirlas requiere una serie de compromisos con la autenticidad, el respeto, la confianza, el silencio y la distancia suficiente como para que la vida propia y la del otro evolucionen en libertad.
Recordemos que lo que recibimos nos muestra lo que somos. Por eso, si deseamos tener cerca a personas con quienes podamos construir relaciones afectivas sanas, es necesario cultivar en nuestro interior todo aquello que queremos ver y recibir de nuestros amigos.
Si quieres seguir profundizando sobre este tema, puedes acceder a este material en nuestro canal de Spotify y de YouTube:
Enric y David Corbera explican cinco claves para enriquecer y mejorar las relaciones interpersonales que establecemos en los diferentes ámbitos de nuestra vida.
En este vídeo, Sara Pallarès comparte los beneficios de la amistad y ofrece algunas estrategias para relacionarnos con los demás de una manera óptima, aumentando así nuestro bienestar emocional.
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