Hay hombres que parecen vivir en un perpetuo inicio de relación. El donjuán seduce, fascina, conquista… pero, cuando el vínculo empieza a profundizarse, se aleja. Este patrón, conocido como donjuanismo, no es solo una conducta de conquista constante: es la manifestación visible de una herida emocional profunda.
Bajo la apariencia de seguridad y encanto, el donjuán esconde un temor silencioso: el miedo a comprometerse de verdad, a dejarse ver tal cual es, a permanecer en el vínculo cuando las idealizaciones se disipan.
Tal vez la verdadera pregunta no sea por qué se va… sino qué le impide quedarse.
Para comprender este comportamiento, es necesario mirar hacia atrás, a los primeros vínculos de la infancia.
Tal como explicaba Carl Gustav Jung, el donjuanismo suele tener su origen en lo que él llamaba complejo materno: una relación afectiva intensa con la madre, en la que ella ocupa un lugar central en el mundo emocional del hijo.
En esta dinámica, el hijo desarrolla una dependencia afectiva inconsciente. Busca en cada mujer a su madre idealizada: una figura que lo cuide, lo proteja y lo provea incondicionalmente. Sin embargo, al descubrir que la mujer real también tiene necesidades y límites, siente frustración y se aleja.
El ciclo se repite: fascinación inicial, desencanto y huida
En un segundo plano de la estructura emocional de un donjuán suele existir un padre ausente o poco implicado, que no logra convertirse en referente afectivo. Tampoco interviene para facilitar la independencia emocional del hijo.
Esta ausencia impide al niño integrar un modelo masculino equilibrado y desarrollar una confianza sólida en sí mismo.
El donjuán no busca tanto a una pareja como a un ideal inalcanzable. Goethe lo describió como “Ver a Helena en cada mujer”, en referencia a Helena de Troya como símbolo de perfección y belleza absoluta.
El problema es que la perfección no existe, y al no aceptar la realidad del otro, el vínculo no puede sostenerse.
Inconscientemente, teme perderse en esa mujer que le llama la atención, como sintió que le ocurrió con su madre. Por eso mantiene las relaciones en la superficie: lo suficiente para disfrutar de la conexión inicial, pero no tanto como para exponerse a la vulnerabilidad.
Detrás de esta actitud se oculta un complejo de inferioridad disfrazado de superioridad.
El donjuán puede proyectar seguridad, pero en el fondo duda de su valor. Busca validación constante, y cada conquista es un intento de confirmar que “vale” como hombre.
La consecuencia de este patrón es la desconexión. Al no profundizar en ningún vínculo, el donjuán no permite que nadie lo conozca de verdad, ni se permite conocer verdaderamente a nadie.
Esto genera un vacío emocional que ninguna conquista puede llenar.
Esta repetición no es casual: es una manifestación del inconsciente que intenta cerrar un ciclo emocional pendiente. La vida nos coloca una y otra vez en experiencias similares hasta que tomamos consciencia y transformamos nuestra forma de relacionarnos.
«La soledad más cruel no es estar solo, sino sentirse solo en compañía.»
Jean de La Fontaine
Para romper este patrón, el hombre que se identifica con el donjuanismo necesita reconocer que la verdadera fortaleza no está en conquistar, sino en permanecer.
El patrón no se sostiene solo: muchas veces, se vincula con mujeres que adoptan un rol excesivamente maternal. Se dedican a cuidar, nutrir y sostener al otro, incluso a costa de sí mismas.
Justifican su comportamiento pensando: “Ya cambiará”, “En el fondo es distinto”, “Solo necesita tiempo”.
Detrás de esta actitud suele haber una historia no resuelta: la dificultad para ponerse en primer plano y la costumbre de medir el propio valor a través de la necesidad ajena. Puede ser la expresión de un aprendizaje temprano: cuidar al otro como vía para sentirse reconocida.
Cuando una mujer permanece en esta dinámica, acaba desarrollando conductas de control, manipulación o culpa, intentando que él la tenga en cuenta.
Esto solo alimenta un patrón de huida de sí mismos, tanto en el donjuán como en la mujer que lo aguanta.
La mujer que se relaciona con un donjuán necesita poner el foco en sí misma:
«El verdadero amor no se encuentra, se construye y se elige cada día.»
Paulo Coelho
El donjuanismo es una invitación a mirar las heridas que condicionan nuestras relaciones. Tanto él como ella están atrapados en guiones inconscientes que se repiten hasta que deciden reescribirlos.
El verdadero encuentro amoroso no se da al encontrar a la persona perfecta, sino al atreverse a mostrarse y acoger al otro en su totalidad. Es ahí donde la idealización se transforma en amor real y donde la búsqueda incansable puede finalmente detenerse.
Cuando dejamos de huir del compromiso y de justificarnos en lo que nos marcó, abrimos el espacio para que el amor deje de ser una persecución y se convierta en un lugar donde permanecer.
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