Has acumulado conocimiento de todo tipo, asistido a innumerables cursos de desarrollo personal, explorado variedad de terapias y devorado libros. Sin embargo, a pesar de todo este esfuerzo, ¿sigues repitiendo las mismas historias?
En este artículo exploraremos la diferencia entre adquirir conocimiento y desarrollar la autoconciencia. Veremos cómo lo aprendido, incluso, puede ser usado para justificar nuestras incoherencias, en lugar de fomentar un verdadero cambio interno.
A diferencia de una biblioteca, el ser humano no solo almacena información, sino que tiene la extraordinaria habilidad de elegirla, interpretarla, darle significado y convertirla en acción. Pero, ¿con qué fin?
Adquirir conocimiento sin desarrollar la autoconciencia puede ser un arma de doble filo cuando lo que aprendemos lo usamos para justificar conductas poco saludables, propias o ajenas.
Por ejemplo: «Es que soy hijo de padres separados y por eso me cuesta creer en el matrimonio», «No logro generar dinero porque las mujeres de mi familia siempre estuvieron sometidas a los hombres y no podían trabajar».
«El conocimiento es necesario en lo técnico, pero no transforma al ser humano»
Jiddu Krishnamurti
¿Cuántas veces empleamos nuestro intelecto solo para validar nuestra postura y para marcar el error de los demás?
¿Hasta qué punto justificamos racionalmente nuestras decisiones para seguir sosteniendo dinámicas familiares o relaciones aunque sean disfuncionales?
Defender nuestras incoherencias supone un bloqueo importante porque, hasta que lo reconozcamos, seguiremos contándonos historias “congruentes” para seguir igual. De esta manera, perpetuamos los conflictos que tenemos.
¿Será que lo hacemos porque seguimos esperando que los demás cambien y no queremos enfrentar nuestros miedos más profundos?
El ego no es ni bueno ni malo, es una herramienta necesaria, porque precisamos una identidad para funcionar en este mundo. Un ego fortalecido nos brinda la capacidad de establecer límites saludables en nuestras relaciones.
Sin embargo, también usamos nuestra inteligencia y conocimiento para sabotear nuestra evolución. Esto sucede porque toda transformación exige mirar hacia adentro, responsabilizarnos de nuestra vida y dejar de culpar a los demás, algo a lo que no solemos estar dispuestos.
Lo ideal sería poner el ego a nuestro servicio y no al revés, pero lo primero es lo que pasa más a menudo. Por lo mismo, es necesario convertirnos en observadores conscientes y no identificarnos con él.
Es innegable el creciente interés por prácticas, filosofías y enfoques que promueven el desarrollo personal y la búsqueda de un propósito trascendental. Por su parte, el método de la Bioneuroemoción, tiene como fin que aprendamos a desaprender y, en consecuencia, podamos desarrollar nuestra autoconciencia.
Si estás leyendo esto es claro que compartes este interés. Es posible que te sientas identificado con que, a pesar de todo lo que has aprendido y “comprendido”, sigues repitiendo las mismas historias y no logras saber por qué es así.
La respuesta es simple, pero compleja: hay un enorme diferencia entre adquirir conocimiento y desarrollar la autoconciencia. El conocimiento por sí mismo no te transforma, para trascender una información es necesario comprender y, luego, actuar en consecuencia.
Cuando tomamos conciencia de que cada uno conforma su propia realidad, dejamos de justificarnos. Pero si usamos nuestro intelecto para seguir sustentando nuestras creencias en lugar de cuestionarlas, en realidad queremos seguir igual y esperamos que sean el contexto y las personas las que cambien.
Una mujer en pareja, con dos hijos adolescentes, se encarga de organizar las compras del supermercado para la familia. Se queja de que nadie la ayuda, que tiene que hacerlo todo sola.
Cómo justifica su comportamiento: “Mi pareja no sabe lo que hay que comprar, En su casa trataban diferente a los hombres de las mujeres”, “Mis hijos son pequeños para hacer esas tareas”.
Refuerzo de creencias: “Si no lo hago yo, nadie lo hará bien.”
Evitación del cambio: “Mi madre no hacía las labores de casa porque salía a trabajar. Tal vez busco compensar lo que ella no hizo.
Mejor me sigo ocupando de las cosas y me evito dolores de cabeza. Me victimizo con el argumento de ‘si quisieran ayudar ya lo habrían hecho’.
No obstante, ‘comprendo’ que estoy sanando la historia de mi familia y la ausencia de mi madre. Pero mi vida no cambia y sigo en la queja.”
Estos ejemplos muestran cómo alguien usa su conocimiento de forma sesgada para confirmar creencias previas. Justifica con argumentos racionales su conducta en lugar de emplear esos recursos para cuestionar y modificar sus propios patrones.
El exceso de racionalización le impide ver que busca cualquier excusa para aferrarse a sus creencias. Además, evita mirar dentro de sí misma y reconocer o comunicar lo que realmente necesita.
Podemos tomar el ejemplo anterior y observar la diferencia de cuando una persona se responsabiliza por su vida y deja de culpar a los demás por la vida que tiene.
Ella observa sus conflictos sin hablar de los demás como la causa:
“Si necesito ayuda puedo pedirla. Cada vez que elijo hacer las cosas sola, soy yo la que no se permite recibir ayuda.
Puedo revisar mi creencia de que las mujeres tienen que encargarse de las labores del hogar.
Soy yo la que necesita controlar cómo se hacen las cosas para seguir quejándome, al igual que mi madre lo hacía.”
El conocimiento es solo una herramienta; es la autoconciencia la que nos transforma y permite trascender el victimismo.
Las situaciones que antes vivíamos como conflictos pueden presentarse nuevamente o no. Sin embargo, ya no las experimentaremos de la misma manera, porque estamos en paz con nosotros mismos.
A través de la comprensión, nuestra percepción cambia y, en consecuencia, podemos responsabilizamos de nuestras decisiones. En cambio, racionalizar en exceso nuestros conflictos solo nos lleva a perpetuarlos.
Dejar de hablar de los demás como la causa de nuestros problemas nos permite hacer algo al respecto. Cuando comprendes, actúas en consecuencia y no importa si te sientes inseguro porque la valentía nacerá al enfrentar la incertidumbre.
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