Alquimia y nigredo: el caos interior es el verdadero comienzo

02 agosto 2025

A veces no entendemos por qué todo se desmorona. Perdemos el rumbo, la claridad, las ganas. Sentimos que ya no somos quienes éramos, pero tampoco sabemos en qué nos estamos convirtiendo.

No es solo una crisis, es el umbral de una alquimia que nos remueve desde las raíces y nos invita, sin pedir permiso, a transformarnos.

El concepto “nigredo” puede ayudarnos a comprender que ese derrumbe puede ser el primer paso de un determinante proceso alquímico.

 

El derrumbe interior

Sentir que ya no somos quienes éramos puede ser desconcertante. Hay momentos en los que lo viejo se desmorona, lo nuevo no aparece, y quedamos en un limbo donde todo parece oscurecerse. 

Una etapa así puede percibirse como estrepitosa, sin embargo, puede ser el comienzo de un gran cambio. Y como todo ciclo de transformación, también la alquimia comienza con una ruptura, con ese instante en que lo que sosteníamos con esfuerzo se viene abajo.

 

El simbolismo alquímico

La alquimia es un arte ancestral que buscaba transformar el plomo en oro. 

En la mitología griega, el dios Hermes, mensajero entre mundos, era patrono de los alquimistas. Él simboliza el puente entre lo divino y lo humano, entre lo oculto y lo revelado. 

En un sentido simbólico, nos invita a atravesar el caos para hallar una verdad más profunda. Nos impulsa a transmutar lo denso en valioso, lo inconsciente en consciente

En lo psicológico nos referimos a un proceso interno: convertir la densidad del dolor en conciencia y la oscuridad emocional en luz y propósito. Alquimia es mirar hacia adentro y permitir que algo esencial despierte a través de lo que nos desafía.

 

La Nigredo: aceptar lo que se descompone

Hay momentos en los que percibimos que la vida nos arrincona en un territorio que no dominamos. Lo que antes nos sostenía —creencias, valores, lealtades, una imagen de nosotros mismos— empieza a descomponerse.

En el ámbito de la alquimia y la psicología analítica, este paso se llama Nigredo y representa el caos inicial de toda gran transformación. En los antiguos tratados alquímicos era la fase del «ennegrecimiento», donde la materia prima se descomponía para liberar su esencia. Se decía que, sin pasar por la oscuridad, el oro no podía nacer.

Esta etapa oscura no es vacía; como esa tierra negra, está llena de vida invisible. Simbólicamente, es la muerte del ego, la disolución de lo que creemos ser

En nuestra vida cotidiana, esto puede tomar la forma de una ruptura amorosa, una enfermedad, un trabajo que se pierde, una crisis existencial. No lo elegimos, pero cuando lo atravesamos con conciencia lo que no resuena con nosotros cae.

Rendirse es asentir a lo que está sucediendo y comprender que algo tiene que morir para que lo esencial pueda nacer. 

 

«La mejor tierra para sembrar y hacer crecer algo nuevo está en el fondo. En ese sentido, tocar fondo, aunque extremadamente doloroso, es también el terreno de siembra.»

 Clarissa Pinkola Estés

 

La muerte de un rol, el nacimiento de un ser. Ejemplo

Una mujer atraviesa el fallecimiento de su madre con un dolor tan profundo que siente que todo se apaga por dentro. En los meses posteriores, nada tiene sentido. Su identidad entera se tambalea: la hija que cuidaba, que respondía, que mediaba, ya no tiene a quién sostener. 

En ese vacío, comienza a tomar fuerza una pregunta que nunca se había permitido: ¿Quién soy, si no soy esa hija obediente?

De a poco empieza a reconocer deseos que había callado por años, se reconecta con su pareja, deja un trabajo que la apagaba y empieza una formación artística que le devuelve la alegría.

Desde la alquimia, el duelo no solo es una pérdida, sino una llave. Una oportunidad para observar las fidelidades inconscientes que la habían mantenido atada a una identidad que ya no le pertenecía.

Lo que al principio se sintió como muerte, en realidad fue el umbral hacia su propia vida.


 

El caos fecundo

Nos enseñaron a creer que perder el rumbo es un error. Pero desde una mirada alquímica, ese desorden no es un enemigo a vencer, sino un lenguaje del alma que nos invita a reordenarnos.

El caos fecundo es ese momento en que todo se revuelve para gestar algo más genuino. Como la crisálida de un insecto que sufre su metamorfosis. Parece muerte, pero está creando alas.

En este punto de la alquimia, la nigredo no es solo oscuridad, sino preparación. Lo que muere es lo que ya no sirve. Lo que se pudre es lo que ya no vibra con quien estamos destinados a ser. 

En palabras simples: el caos interior limpia el terreno.

Podemos preguntarnos ¿Qué parte de mí está cayendo? ¿Qué verdad quiere abrirse paso en esta confusión? ¿Me animo a no entender nada… por un rato más?

Y, si estamos atentos, podemos reconocer que, muchas veces, lo que más nos duele es lo que más nos despierta. Porque en medio de la confusión, toma cuerpo una certeza silenciosa: no somos eso que está cayendo.

 

«En el fondo de todo caos hay un cosmos, en el fondo de todo desorden hay un orden secreto.»

Carl Jung

 

La ruptura que revela lo no dicho. Ejemplo

Pensemos ahora en una persona que, tras años de sostener una relación de pareja, atraviesa una separación inesperada. Durante meses, intenta comprender qué falló, se culpa, se aferra a la idea de que “podría haber hecho más”. Vuelve a insistir.

Solo cuando se rinde —no como resignación, sino como acto de fe consciente— comienza a ver que esa ruptura estaba mostrando algo más brutal: su miedo al abandono, su necesidad de aprobación, su manera de vincularse desde el sacrificio.

Esa rendición no fue el final, sino el inicio de una transformación interna. Pudo revisar los mandatos heredados sobre el amor, cuestionar los modelos familiares que había replicado y, por primera vez, comenzar una relación auténtica consigo misma.

La alquimia propone percibir los conflictos como espejos: lo que más duele nos revela lo que necesitamos integrar.

 

Confiar en el proceso: un acto de valentía

Llegados a este punto, el instinto grita que hay que volver atrás. Que esto no se aguanta. Pero la nigredo no se puede negociar ni acelerar. Solo se puede atravesar.

Rendirse no es resignarse, es un acto de lucidez. Es reconocer que no tenemos el control, pero sí la voluntad de confiar. Es entregarse a un movimiento que no entendemos del todo, pero que intuimos necesario.


 

El oro está en la forma de mirar (y actuar)

Lo que llamamos alquimia no sucede después. No es una medalla que se gana al final del túnel. Sucede ahora, en medio del caos, cuando decidimos mirar distinto y actuar en consecuencia.

Porque ver el camino con otros ojos es solo el primer paso, es adentrarse en la sombra, en esa noche oscura del alma que debe ser atravesada para lograr la resurrección. La verdadera alquimia ocurre cuando esa nueva mirada nos moviliza.

Lo que antes proyectábamos afuera, ahora lo reconocemos como un reflejo de nuestro mundo interior. El conflicto se convierte en la piedra bruta que nos impulsa a transmutar. Es el pasaje de una conciencia dual a una conciencia de unidad.

El oro alquímico no es un estado ideal sin dolor ni conflicto. Es la sabiduría que nace de haber atravesado el fuego. Es la comprensión que nos permite vivir con autenticidad.

Entonces, si hoy estás ahí, justo en el momento donde todo parece haberse roto, recuerda esto: no se trata de volver a ser quien eras, sino de permitirte renacer como quien estás llamado a ser.

 

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En este pódcast, Enric Corbera a través de relatos y ejemplos personales, nos explica cuál es la actitud mental que debemos tomar ante las dificultades para transformar el sufrimiento en cambio y qué factores nos impiden hacerlo. 

 

En este vídeo, Enric Corbera explica que para aplicar la conciencia de unidad es fundamental comprender cómo funciona el mecanismo de la proyección, adquirir el hábito de observarnos y cuestionar nuestras verdades.

 

 

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Diplomado en Bioneuroemoción®

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